El Real Madrid ha tumbado al Barça, actual campeón de la Copa del Rey, con una goleada incontestable en el Camp Nou que le ha permitido clasificarse para la final de la Copa del Rey. Los blancos han superado claramente a los azulgranas con un fútbol directo en un clásico que tuvo polémica, mucha pasión y emoción, al menos en la primera parte.
El partido fue la constatación de que al Barça hoy por hoy le falta físico, intensidad y concentración, al menos para los partidos en los que enfrente tengan a un rival de entidad. El equipo de Roura adoleció de soluciones tácticas para superar a su rival, que le pasó por encima con orden, velocidad y efectividad al contragolpe.
Comenzó el Barça metiendo miedo en el cuerpo al Madrid. Mourinho formó con una defensa muy adelantada y los azulgranas con una presión asfixiante. Pedro profundizó gracias a un pase de Xavi, el canario rompió a Coentrao y el balón cayó en los pies de Messi, que se revolvió y chutó fuera con la derecha. Esa sería una de las pocas llegadas en la primera parte.
El Barça permutaba más en las posiciones ofensivas. Ante el Milan el equipo de Roura estuvo muy estático, algo que pretendía evitar ante un rival tan físico como el Madrid. Fábregas lo probó desde fuera del área antes de los diez minutos, pero Diego López intervino bien.
Dominaba el Barça, aunque muy lejos de la portería del Madrid, cuando Ozil vio un desmarque de Cristiano a la espalda de la defensa, con él corrió Piqué. El portugués encaró dribló al azulgrana y ante el contacto se dejó caer. Undiano Mallenco pitó penalti y acertó. El portugués engañó a Pinto y convirtió la pena máxima en el pirmer gol.
El gol hundió al Barça, incapaz de lograr espacios entre la maraña defensiva del Madrid, más fresca y agresiva, sin llegar a la violencia de otras ocasiones. La movilidad no era suficiente para sorprender a un equipo bien plantado. Parecían los peores minutos de los azulgranas en toda la eliminatoria, pero aún quedaba la segunda parte.
Cada pérdida de balón del Barça era un contragolpe peligroso del rival. No ejerció la presión con el orden habitual y hombre a hombre el Madrid superaba a los locales. Faltaba velocidad y había demasiado miedo a encajar el segundo. Ante la pérdida, en lugar de juntarse, los centrales corrían hacia atrás haciendo ineficaz la presión de Busquets y compañía.
En la creación el partido se parecía mucho al de Milan. Un quiero y no puedo provocado por la falta de profundidad. Messi no tenía espacios. El madrid formó un nudo a su alrededor y en pocas ocasines pudo salir de él, en ninguna con opciones de disparo. Sólo Pedro corría y corría al espacio. El resto se mezcalban por el centro intentando buscarse entre ellos. Con fe, pero sin ideas concretas.
Algunos jugadores del Barça parecieron demasiado excitados por el árbitro y se preocuparon más de engañarlo o de buscar un beneficio poniéndolo nervioso. Sí es cierto que el Barça tuvo su penalti, que no pitaría Undiano. Xabi Alonso arrolló a Pedro dentro del área y el colegiado prefirió mirar hacia otro lado.
Fuente: lavanguardia.com