La muerte en Brasil del indígena Osiel Gabriel, de la etnia terrena, por parte de un policía al desalojar la hacienda Buriti en la localidad de Sidrolandia, ha sido la mecha que ha hecho poner en pie de guerra a las diferentes comunidades indígenas del país.
Ayer, grupos de varias etnias ocuparon una sede del Partido de los Trabajadores (PT) en Curitiba y cortaron carreteras en protesta contra el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff. Varias manifestaciones están teniendo lugar en Santa Catarina y en Río Grande do Sul. En la hidroeléctrica de Belo Monte los indígenas han concluido las ocupaciones de días atrás porque el gobierno les ha prometido una audiencia para estudiar sus problemas.
El pasado día 13, cientos de indígenas ya habían ocupado aparatosamente el Congreso en Brasilia. Varios diputados salieron corriendo de miedo del edificio. Otros trataron de dialogar con los indígenas que llegaron vestidos con sus atuendos y armas tradicionales.
La manzana de la discordia es un proyecto de ley de la Ministra de la Casa Civil, Gleisi Hoffmann, brazo derecho de la presidenta Rousseff, por el que se intenta que la demarcación de las tierras indígenas que han sido siempre motivo de discordia entre el gobierno, los terratenientes y las comunidades indias, no sean exclusividad de las órganos responsables de la política indígena, sino que dichas decisiones -que en algunas ocasiones acabaron en el Supremo- puedan ser tomadas conjuntamente por el poder ejecutivo y legislativo.
Las comunidades indígenas lo han interpretado como un cerrojo a la concesión de más demarcaciones de tierras para ellas, y han decidido abrir la guerra. Rousseff, preocupada con la revuelta indígena de cara a las presidenciales a las que pretende presentarse, ha anunciado que creará una ayuda social para los indígenas que ya está siendo llamadabolsa indio, recordando la bolsa familia, el mayor programa de ayuda social a los pobres que alcanza a más de 20 millones de familias.
Unos 500 indígenas y campesinos iniciaron ayer una marcha para protestar por la muerte de Gabriel. Los manifestantes empezaron el recorrido en la localidad de Anhanduí y pretenden recorrer a pie 60 kilómetros hasta la ciudad de Campo Grande, capital de Mato Grosso do Sul, a donde llegarán el miércoles.
“La situación es muy triste, por eso hemos decidido organizarnos y mostrar al gobierno de la presidenta que aún hay indios en el sur de Brasil”, dijo a la agencia Efe Deuclides de Paula, de la etnia kaingang, que aseguran que hoy martes continuarán los cortes en las carreteras.
En Brasil existen más de 600.000 indígenas con fuerte sentido político y que viven en el dilema entre mantener sus tradiciones ancestrales e insertarse en la vida moderna sin perder sus raíces. Muchos de los jóvenes indígenas hoy viven en las periferias de las grandes urbes inmersos en la dinámica del consumo. Otros, como los que están en pie de guerra contra el gobierno, siguen firmes en la defensa de su identidad y de los derechos que les otorga el haber sido los primeros pobladores de Brasil, y que cuando llegaron los colonizadores portugueses y españoles eran seis millones.
Fuente: El paìs