El magnate republicano, reunido con su equipo de transición en su residencia de Manhattan, mostró un tono conciliador desde que su victoria electoral el martes provocó conmoción en el mundo, y el viernes anunció que ya no intentaría desmantelar el programa de salud del presidente Barack Obama, conocido como Obamacare.
“Esto probará ser un gran momento en la vida de TODOS los estadounidenses. Nos uniremos y ganaremos, ganaremos, ganaremos!”, tuiteó el sábado, mientras unas 15.000 personas se preparaban para marchar hacia la Trump Tower bajo la consigna “Trump NO es mi presidente”.
En el centro de Chicago, varios miles de personas protestaron pacíficamente bajo la consigna “Sin odio. Sin miedo. Aquí son bienvenidos los inmigrantes”.
Cuatro días después de su sorpresiva elección, el mundo observa atentamente cada movimiento del mandatario electo, en un intento por hallar pistas sobre cómo será su gobierno.
El cambio de su postura con respecto al Obamacare -que siendo candidato había tachado de “desastre”- se produjo tras su reunión el jueves con el mandatario saliente en la Casa Blanca.
En su primera entrevista tras la elección, Trump dijo al diario The Wall Street Journal que podría mantener la prohibición para que las compañías de seguros nieguen cobertura alegando condiciones pre-existentes. También dijo que podría seguir garantizando que los menores estén bajo la cobertura de sus padres hasta la edad de 26, un punto importante del Obamacare.
“Esos dos (aspectos) me gustan mucho”, dijo Trump.
Se trató de una de las varias acciones de Trump y sus asesores para alejarse de las posturas más radicales exhibidas durante la campaña.
Consultado por el periódico si, como amenazó durante la liza electoral, designaría a un fiscal especial para investigar a su rival demócrata Hillary Clinton sobre el uso de un correo electrónico privado cuando era secretaria de Estado, el presidente electo respondió:
“No es algo en lo que haya pensado demasiado, porque quiero resolver los temas de salud, empleo, control de fronteras y reforma fiscal”, dijo, lejos de la retórica enardecida que llevó a sus seguidores a vociferar: “¡Encierrenla!”
En tanto, Newt Gingrich, uno de las principales figuras en torno a Trump, arrojó un manto de duda sobre si el mandatario electo obligará a México a pagar un muro fronterizo, algo que también vociferaron sus adeptos.
“Dedicará mucho tiempo a controlar la frontera. Tal vez no gaste demasiado tiempo intentando que México pague por ello, pero fue una gran estrategia de campaña”, dijo Gingrich según The Washington Post.
“Ahora es diferente”
Pese a su tono más mesurado, Trump aún debe responder a los crecientes llamados para que dé seguridades a aquellos estadounidenses que temen medidas xenofóbicas bajo su gestión.
El South Poverty Law Center (SPLC), que hace un monitoreo de los grupos de odio, rastreó más de 200 incidentes de acoso electoral e intimidación en los tres días que sucedieron a la elección.
Más de 47.000 personas firmaron una petición del SPLC urgiendo a Trump a distanciarse de las posturas de “odio”, desde los nacionalistas blancos hasta los extremistas anti-musulmanes y homófobos, que celebran la victoria del magnate.
Preguntado por The Wall Street Journal acerca de si su retórica no había ido demasiado lejos, Trump respondió: “No. Yo gané.”
Pero agregó que asumiría una postura más positiva, porque “ahora es diferente”.
“Quiero un país en el que se amen unos a los otros”, dijo, y agregó que la forma de aliviar la tensión sería “creando empleos”.
En una entrevista con CBS que será emitida el domingo, Trump se refirió con calidez a la llamada de felicitación que recibió de Clinton tras la elección.
“Fue una llamada muy bonita, y fue una llamada dura de hacer para ella… Digo, me lo puedo imaginar”, señaló según extractos de la entrevista, en la que califica a su rival de “muy fuerte y muy inteligente”.