En los barrios del este de Alepo en poder de los insurgentes, la lluvia de disparos de artillería llega de repente, segando los cuerpos de civiles que no tienen tiempo de esconderse. “Es una verdadera lluvia de obuses”, afirma el corresponsal de la AFP.
El miércoles, ante sus ojos, estalló un obús en medio de una calle. Una niña que caminaba a unos metros de él se desplomó, con una mano arrancada y la cabeza alcanzada por la metralla. Los cascos blancos, esos socorristas convertidos en emblema del drama humanitario en el este de Alepo, no estaban allí para salvarla. Se han quedado sin ambulancias. Las bombas las destruyeron o carecen de carburante para usarlas.
‘Los obuses no paran’
Unos jóvenes en moto se llevaron a la pequeña. Mona tenía 10 años. Falleció como consecuencia de las heridas, contó su familia a la AFP.
Dos semanas después del comienzo de la campaña de bombardeos para reconquistar toda Alepo, el régimen controla casi el 40% del territorio rebelde asediado desde hace meses. Y su ejército somete los sectores en manos de los insurgentes a bombardeos de artillería de una “intensidad increíble”, explica el periodista de la AFP. Hasta entonces los habitantes podían refugiarse en cuanto veían asomar un helicóptero en el cielo para evitar los barriles llenos de explosivos que lanzan. Ahora los disparos incesantes de artillería acaban con ellos en plena calle. No tienen tiempo de esconderse.
Durante los últimos días, el periodista vio varios cadáveres en las calles reventadas por los bombardeos, con cráteres en las paredes y balcones caídos.
Los civiles de estos barrios bombardeados, sobre todo del de Shaar, no consiguen siquiera huir a la zonas bajo control del régimen.
Mar de sangre en las calles…
En un video difundido por el Aleppo Media Centre, se ven cadáveres ensangrentados, cuerpos despedazados y zapatos en una calle, en medio de un mar de sangre. Un cuerpo tiene la parte inferior seccionada. Se escuchan gritos de niños. Un adolescente llora al lado de dos cuerpos. Uno es el de su madre.
“La artillería golpeó una primera vez, corrimos y vi a mi madre muerta”, declara antes de echarse a llorar. Él, su madre y su padre se encaminaban con un grupo de personas hacia una zona controlada por el régimen. “Nos vamos a causa de la injusticia, de los bombardeos aéreos, de la falta de comida”, explica su padre, desolado por la muerte de su esposa. Padre e hijo envuelven los cuerpos con un sudario de plástico anaranjado que les dan los socorristas.
El miércoles, ante sus ojos, estalló un obús en medio de una calle. Una niña que caminaba a unos metros de él se desplomó, con una mano arrancada y la cabeza alcanzada por la metralla. Los cascos blancos, esos socorristas convertidos en emblema del drama humanitario en el este de Alepo, no estaban allí para salvarla. Se han quedado sin ambulancias. Las bombas las destruyeron o carecen de carburante para usarlas.
‘Los obuses no paran’
Unos jóvenes en moto se llevaron a la pequeña. Mona tenía 10 años. Falleció como consecuencia de las heridas, contó su familia a la AFP.
Dos semanas después del comienzo de la campaña de bombardeos para reconquistar toda Alepo, el régimen controla casi el 40% del territorio rebelde asediado desde hace meses. Y su ejército somete los sectores en manos de los insurgentes a bombardeos de artillería de una “intensidad increíble”, explica el periodista de la AFP. Hasta entonces los habitantes podían refugiarse en cuanto veían asomar un helicóptero en el cielo para evitar los barriles llenos de explosivos que lanzan. Ahora los disparos incesantes de artillería acaban con ellos en plena calle. No tienen tiempo de esconderse.
Durante los últimos días, el periodista vio varios cadáveres en las calles reventadas por los bombardeos, con cráteres en las paredes y balcones caídos.
Los civiles de estos barrios bombardeados, sobre todo del de Shaar, no consiguen siquiera huir a la zonas bajo control del régimen.
Mar de sangre en las calles…
En un video difundido por el Aleppo Media Centre, se ven cadáveres ensangrentados, cuerpos despedazados y zapatos en una calle, en medio de un mar de sangre. Un cuerpo tiene la parte inferior seccionada. Se escuchan gritos de niños. Un adolescente llora al lado de dos cuerpos. Uno es el de su madre.
“La artillería golpeó una primera vez, corrimos y vi a mi madre muerta”, declara antes de echarse a llorar. Él, su madre y su padre se encaminaban con un grupo de personas hacia una zona controlada por el régimen. “Nos vamos a causa de la injusticia, de los bombardeos aéreos, de la falta de comida”, explica su padre, desolado por la muerte de su esposa. Padre e hijo envuelven los cuerpos con un sudario de plástico anaranjado que les dan los socorristas.