En una jornada soleada en Pyongyang transcurrió el mayor desfile militar de la historia del país, según las autoridades norcoreanas, para conmemorar la firma del armisticio que todavía no ha sido sustituido por un tratado de paz.
Vestido con su clásico atuendo azul oscuro estilo "Mao", un hierático Kim Jong-un presidió en el palco principal el acto, en el que dirigió saludos a las multitudes en respuesta a sus ovaciones y gestos de fidelidad.
No hubo discurso del "líder supremo"
Finalmente no llegó el esperado discurso del "líder supremo", que durante los 20 meses que lleva en el poder solo ha hablado una vez ante las masas, y en su lugar se pronunció en vicemariscal Choe Ryong-hae, máxima autoridad del Ejército tras Kim, que prometió mantener la sólida defensa militar del país ante las amenazas externas.
Destacó la presencia, junto a Kim Jong-un, del vicepresidente de China, Li Yuanchao, considerado el número ocho en la estructura de liderazgo del país y el más alto funcionario de Pekín en visitar Corea del Norte desde que el joven Kim Jong-un asumiera el poder en diciembre de 2011.
Frente a las autoridades comunistas, miles de soldados desfilaron con paso marcial en perfecta coordinación a los acordes de música militar para formar módulos en los 75.000 metros cuadrados de la plaza Kim Il-sung.
Se incorporaron al desfile helicópteros y otros vehículos militares que exhibieron los temidos misiles de largo alcance de Pyongyang, en una aparente demostración de poder que viene siendo habitual en las celebraciones masivas del régimen.
En ese momento la plaza ya estaba tomada por miles de personas, que compusieron un gran mosaico humano con los nombres de los líderes de la dinastía Kim, la bandera del país y otros mensajes y símbolos de la peculiar doctrina socialista "juche" norcoreana.
En los aledaños, adornaban las calles coloridos carteles con la palabra "victoria", ya que Pyongyang considera que ganó la Guerra de Corea, conflicto que tal día como hoy en 1953 finalizó técnicamente en tablas después de tres años de derramamiento de sangre.
Celebraciones modestas en Corea del Sur
Mientras, en la vecina Corea del Sur, donde las celebraciones fueron bastante menos espectaculares, un acto conmemorativo en el Centro Memorial de Guerra de Seúl congregó a unos 4.000 participantes entre veteranos de guerra, altos funcionarios, diplomáticos y ciudadanos de a pie.
La presidenta surcoreana, Park Geun-hye, agradeció en un discurso el sacrificio de los veteranos de guerra durante el conflicto de hace seis décadas y expresó su deseo de "abrir una nueva era de esperanza y paz" en la península coreana.
El llamamiento de Park alude a la falta de entendimiento que marca estos días las relaciones entre Norte y Sur, hermanos de sangre e históricos antagonistas que han buscado recientemente reconducir sus relaciones tras meses de tensión, sin éxito de momento.
La jefa de Estado surcoreana instó, en todo caso, al país vecino a abandonar el desarrollo de armas nucleares, visión que comparte incluso el aliado más cercano de Corea del Norte, China.
El vicepresidente chino presente hoy en la ceremonia del Norte, Li Yuanchao, instó el pasado jueves a Pyongyang a recuperar el diálogo sobre su desnuclearización, durante una reunión bilateral con el líder Kim Jong-un.
Corea del Norte y China, cuyas relaciones pasan por una aparente etapa de enfriamiento, mantienen una alianza ideológica e histórica que se remonta a la Guerra de Corea, en la que ambos unieron sus fuerzas contra el bloque formado por Corea del Sur, EEUU y otros 15 países de la ONU entre 1950 y 1953.
Después de tres años de batallas en las que el número de muertos alcanzó más de tres millones, según los historiadores, el armisticio que hoy cumple seis décadas puso fin a las hostilidades y estableció la frontera entre ambos países en el paralelo 38, prácticamente igual que antes de comenzar la guerra.
Fuente: eleconomista.es