- Los líderes musulmanes abandonan su perfil bajo para criticar abiertamente «los crímenes contra la humanidad» cometidos por el Estado Islámico.
Alan Henning, un taxista bonachón vecino del gran Manchester, de 47 años, padre de dos hijos adolescentes, diabético y de porte pícnico, fue secuestrado por Estado Islámico el pasado 26 de diciembre, cerca de la localidad siria de Al-Dam. El cooperante viajaba en un convoy de 20 vehículos de ayuda humanitaria, fletado por Aid4Syria, una controvertida organización humanitaria islámica. El Reino Unido investiga a esa organización por posibles vínculos con el yihadismo, después de que se interceptase una foto de su director en Siria junto a los radicales armados y encampuchados.
Henning, que viajaba a la zona por tercera vez, era el único no musulmán de la caravana. No se le había vuelto a ver. Hasta que el pasado día 13 reapareció de la peor manera posible: vestido de naranja y de rodillas al cierre del vídeo de la decapitación del cooperante escocés David Haines, señalado por el matarife apodado Jihadi John como la próxima víctima que será ejecutada.
«¡Basta ya!»
El caso Henning ha hecho aflorar algo que no había emergido ante los sádicos y truculentos asesinatos de James Foley, Steven Sotloff yDavid Haines. Esta vez la comunidad musulmana del Reino Unido ha dicho basta y se ha movilizado de manera clara y sonora contra los crímenes de Estado Islámico. Muchos de los imanes que han salido a pedir clemencia para Henning, y que aseguran que su secuestro contraviene las enseñanzas de Mahoma, eran señalados hasta ahora por la policía del Reino Unido como salafistas en el límite de la legalidad.
La inhibición de los líderes religiosos musulmanes, su perfil bajo ante los brutales crímenes del yihadismo y el terrorismo islámico, ha suscitado de siempre muchas críticas y enojos en Occidente. El pasado 11 de agosto, en el inicio de la escalada de Estado Islámico, cuando se divulgaron sus atroces persecuciones a cristianos y yasidíes y comenzaron las decapitaciones, el Vaticano hizo un llamamiento a los altos clérigos mahometanos para que condenasen «estos actos criminales y atroces» y adoptasen una postura «clara y valiente». El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso recordó que «ninguna causa religiosa puede justificar tal barbaridad». Algo ha comenzado a moverse. A finales de agosto, el gran mufti Shawqi Allam, la máxima autoridad religiosa de Egipto, calificó a Estado Islámico de organización «corrupta y extremista». Ahora los representantes de los 2,7 millones de musulmanes que viven en el Reino Unido (el 4,4% de una población de 64 millones de personas) han comenzado también a movilizarse.
«Horror y repulsión»
El pasado miércoles cien líderes religiosos islámicos británicos enviaron una declaración al diario «The Independent» condenando el secuestro de Henning y la amenaza que se levanta ante su garganta. Su argumento es que el Corán prohíbe hacer daño a quien ayuda a los musulmanes: «Todo aquel que hace un acto humanitario está recibiendo ayuda del cielo. El sagrado Corán dice que quien mata a un ser humano está matando a toda la humanidad, y quien salva una vida salva a toda la humanidad». Los imanes, representantes de centros como las mezquitas de Derbi, Leicester, Bristol o Manchester y de las numerosas asociaciones londinenses, donde viven un millón de mahometanos, expresan su «horror y repulsión» ante la actuación de EI, al que piden que se llame Estado «No Islámico». «Esto no es yihad -afirman- es una guerra contra la humanidad».
Lo más notable es que muchos de los que ahora apelan a la piedad son viejos conocidos de las fuerzas de seguridad británica por ser apologistas del salafismo más estridente. Es el caso del imán Shakeel Begg, del Lewishan Islamic Center del sur de Londres. En mayo del año pasado el soldado británico Lee Rigby fue atropellado en el extrarradio de Londres a las dos de la tarde y luego acuchillado hasta morir por dos fanáticos que incluso intentaron decapitarlo. Ambos fueronrelacionados con las prédicas del imán Begg.
Las principales cadenas británicas de televisión han repetido estos días una y otra vez vídeos de predicadores salafistas británicos exigiendo clemencia con Henning. Siempre llama la atención su aspecto -largas barbas, túnicas, tocados clericales árabes- y el decorado en que aparecen, más propio de una escuela coránica de Kandahar, el Cairo o Peshawar que de los barrios de Londres o Birmingham. Dos de los musulmanes británicos que han grabado las cintas llegan incluso a emocionarse hablando de la injusticia cometida con el taxista de Manchester. Uno de ellos es Majid Freeman, de 26 años, que iba con él en el convoy y había trabado amistad: «Por favor, por favor, por favor… mostrad clemencia con él», susurra muy abatido, pertrechado tras un bonito ordenador de última generación y con un aspecto absolutamente estrafalario para quien no deja de ser un chaval inglés, vecino de Leicester, con 6.300 seguidores en Twitter.
Fuente: abc.es
Henning, que viajaba a la zona por tercera vez, era el único no musulmán de la caravana. No se le había vuelto a ver. Hasta que el pasado día 13 reapareció de la peor manera posible: vestido de naranja y de rodillas al cierre del vídeo de la decapitación del cooperante escocés David Haines, señalado por el matarife apodado Jihadi John como la próxima víctima que será ejecutada.
«¡Basta ya!»
El caso Henning ha hecho aflorar algo que no había emergido ante los sádicos y truculentos asesinatos de James Foley, Steven Sotloff yDavid Haines. Esta vez la comunidad musulmana del Reino Unido ha dicho basta y se ha movilizado de manera clara y sonora contra los crímenes de Estado Islámico. Muchos de los imanes que han salido a pedir clemencia para Henning, y que aseguran que su secuestro contraviene las enseñanzas de Mahoma, eran señalados hasta ahora por la policía del Reino Unido como salafistas en el límite de la legalidad.
La inhibición de los líderes religiosos musulmanes, su perfil bajo ante los brutales crímenes del yihadismo y el terrorismo islámico, ha suscitado de siempre muchas críticas y enojos en Occidente. El pasado 11 de agosto, en el inicio de la escalada de Estado Islámico, cuando se divulgaron sus atroces persecuciones a cristianos y yasidíes y comenzaron las decapitaciones, el Vaticano hizo un llamamiento a los altos clérigos mahometanos para que condenasen «estos actos criminales y atroces» y adoptasen una postura «clara y valiente». El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso recordó que «ninguna causa religiosa puede justificar tal barbaridad». Algo ha comenzado a moverse. A finales de agosto, el gran mufti Shawqi Allam, la máxima autoridad religiosa de Egipto, calificó a Estado Islámico de organización «corrupta y extremista». Ahora los representantes de los 2,7 millones de musulmanes que viven en el Reino Unido (el 4,4% de una población de 64 millones de personas) han comenzado también a movilizarse.
«Horror y repulsión»
El pasado miércoles cien líderes religiosos islámicos británicos enviaron una declaración al diario «The Independent» condenando el secuestro de Henning y la amenaza que se levanta ante su garganta. Su argumento es que el Corán prohíbe hacer daño a quien ayuda a los musulmanes: «Todo aquel que hace un acto humanitario está recibiendo ayuda del cielo. El sagrado Corán dice que quien mata a un ser humano está matando a toda la humanidad, y quien salva una vida salva a toda la humanidad». Los imanes, representantes de centros como las mezquitas de Derbi, Leicester, Bristol o Manchester y de las numerosas asociaciones londinenses, donde viven un millón de mahometanos, expresan su «horror y repulsión» ante la actuación de EI, al que piden que se llame Estado «No Islámico». «Esto no es yihad -afirman- es una guerra contra la humanidad».
Lo más notable es que muchos de los que ahora apelan a la piedad son viejos conocidos de las fuerzas de seguridad británica por ser apologistas del salafismo más estridente. Es el caso del imán Shakeel Begg, del Lewishan Islamic Center del sur de Londres. En mayo del año pasado el soldado británico Lee Rigby fue atropellado en el extrarradio de Londres a las dos de la tarde y luego acuchillado hasta morir por dos fanáticos que incluso intentaron decapitarlo. Ambos fueronrelacionados con las prédicas del imán Begg.
Las principales cadenas británicas de televisión han repetido estos días una y otra vez vídeos de predicadores salafistas británicos exigiendo clemencia con Henning. Siempre llama la atención su aspecto -largas barbas, túnicas, tocados clericales árabes- y el decorado en que aparecen, más propio de una escuela coránica de Kandahar, el Cairo o Peshawar que de los barrios de Londres o Birmingham. Dos de los musulmanes británicos que han grabado las cintas llegan incluso a emocionarse hablando de la injusticia cometida con el taxista de Manchester. Uno de ellos es Majid Freeman, de 26 años, que iba con él en el convoy y había trabado amistad: «Por favor, por favor, por favor… mostrad clemencia con él», susurra muy abatido, pertrechado tras un bonito ordenador de última generación y con un aspecto absolutamente estrafalario para quien no deja de ser un chaval inglés, vecino de Leicester, con 6.300 seguidores en Twitter.
Fuente: abc.es