Nicolás Maduro, autoproclamado "hijo" de Chávez, asumió el gobierno el 19 de abril de 2013. Venezuela, en camino hacia el "socialismo del siglo XXI", sobrellevaba ya una inflación que rozaba los 30 puntos y contaba poco más de 17.000 homicidios anuales.
Menos de un año después, Caracas y otras ciudades se convirtieron en escenario de protestas con saldo de 41 muertos por el salto hacia arriba de ambas cifras: 57,3% de inflación anualizada y cerca de 25.000 homicidios, según datos de una ONG especializada.
"Los números y el malestar social son espantosos. Hay un desmoronamiento del estatus quo que se tenía con Chávez (...) una falta de claridad de gestión, de proyecto", dijo a la AFP la psicóloga social Colette Capriles, autora del libro "La revolución como espectáculo".
Maduro es el primer presidente post-Chávez. Electo el 14 de abril luego de una vertiginosa campaña electoral en la que aún se lloraba al fallecido líder socialista, resultó ganador por un estrecho margen de 1,5% de votos contra el líder opositor Henrique Capriles.
"Se ve su afán de legitimarse como autoridad, como un presidente que toma decisiones no sólo con (respecto a) la oposición, sino a lo interno. Poco a poco, Maduro se ha ido personalizando", agregó Colette Capriles.
Así, al celebrar el martes pasado el primer año de su proclamación, el presidente cambió el rostro y los ojos de Chávez estampados en las camisetas y gorras de su militancia por diseños de su tupido bigote negro y su rostro sonriente con la consigna "Maduro es pueblo".
De la guerra económica al golpe
Con las mayores reservas petroleras del mundo, Venezuela atraviesa una crisis económica con la inflación más alta de América Latina, un déficit fiscal de entre 15 y 18% del PIB, una escasez de productos básicos de 28% y una sequía de dólares para importadores.
Analistas económicos explican la situación en una caída en la producción de bienes (incluido el petróleo, fuente casi única de divisas), once años de férreo control cambiario, alza de las importaciones de productos básicos y el pago de deuda.
Ante la crisis, Maduro denunció incesantemente una "guerra económica de la burguesía", que trató de frenar confiando parte de la gestión a los militares y con medidas que iban desde rebajas forzosas en los precios y fijar un máximo de 30% de ganancias hasta una flexibilización del mercado cambiario.
Pero sus esfuerzos pasaron a segundo plano con las protestas iniciadas en febrero pasado, calificadas por el gobierno como un "golpe de estado en desarrollo".
"Desde hace dos meses Maduro ha tratado de sostenerse en medio de ese huracán tratando de enfocar la agenda hacia una crisis política y disimular una crisis más profunda del sistema, en lo económico y en lo social", analiza la politóloga Carmen Beatriz Fernández.
A pesar de endilgar los conflictos de su gobierno a diversos complot y como resultado del diálogo iniciado con la oposición hace diez días a raíz de las protestas, Maduro retomó la propuesta de una agenda común con sus detractores para enfrentar las "dificultades económicas" del país.
"Al gobierno le hace falta mucha estabilidad, pero no puede lograrla en medio de una tensión permanente (...) eso pasa por lograr el equilibrio económico", dice Colette Capriles que, sin embargo connsidera que no hay un "gobierno amenazado" por la crisis del país.
Una mayor base
Con epítetos como "oligarquía fascista", "extrema derecha" y "derecha imperialista", comunes en el discurso chavista, Carmen Beatriz Fernández piensa que Maduro ha gobernado este año "desde el extremismo y para el extremismo" en lugar de garantizarse "una amplitud que le permita ganar gobernabilidad".
La reducida ventaja con la que fue electo representa para la experta "un claro empate de dos fuerzas políticas de idéntico tamaño en la sociedad" por lo que considera que el mandatario debería "dirigir los destinos de un país completo" y no de su 30% más radical.
El politólogo Nicmer Evans, identificado con el chavismo, dijo a una radio local que, sin duda, este primer año de gobierno ha sido "difícil" por la ausencia del líder Chávez, por las cifras económicas y la "brecha tan pequeña" del resultado de abril.
Según Evans, a Maduro sólo le queda "reconfigurar el escenario político para ampliar la base de su proceso revolucionario" y así redimensionar "muy rápidamente" su proyecto político.
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