La crisis económica, la lucha contra la mafia y el terrorismo, como un desafío que necesita respuestas globales, son las prioridades del nuevo presidente de la República italiana, Sergio Mattarella.
Mattarella juró hoy su cargo como presidente de la República italiana para los próximos siete años, en un Parlamento reunido en sesión conjunta, que le recibió con aplausos y cuyo discurso fue interrumpido con ovaciones en varias ocasiones.
El sucesor de Giorgio Napolitano prometió: "Ser fiel a la República y observar lealmente la Constitución". Comenzó su discurso instando a la unidad del país y exhortando al empeño de todos para "superar las dificultades de los italianos y realizar sus esperanzas".
"La larga crisis, que se ha prolongado más allá de cualquier límite, ha inferido heridas al tejido social (...) ha producido marginación, soledad, tantas dificultades, ha creado exclusión, ha aumentado las injusticias y ha generado nuevas pobrezas", observó.
Su primera recomendación fue que para salir de la crisis "hay que alimentar la inversión del ciclo económico".
"Es indispensable que la consolidación financiera se acompañe con una robusta iniciativa de crecimiento, articulado a nivel europeo", explicó.
En su discurso, que duró unos 30 minutos, Mattarella recordó también que "la lucha contra la mafia y a la corrupción son prioridades absolutas".
"La corrupción ha alcanzado un nivel inaceptable. Devora los recursos que podrían ser destinados a los ciudadanos, impide la correcta explicación de las reglas de mercado, favorece las camarillas y penaliza a los honestos y capaces", dijo.
También consideró "alarmante" la difusión "de las mafias, antiguas y nuevas, también en áreas geográficas hasta ahora inmunes. Es un cáncer penetrante que destroza las esperanzas, impone yugos y pisa los derechos",
"Tenemos que alentar la acción determinada de la magistratura y de las fuerzas del orden que, a menudo, arriesgan la vida, y luchan por contrarrestar la criminalidad organizada", agregó para recordar después con emoción a los jueces asesinados por Cosa Nostra en 1992 Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Un pasaje importante de su alocución fue "el desafío sangriento" que ha lanzado el terrorismo internacional, "sembrando luto y tragedia en todas las partes del mundo y causando víctimas inocentes".
"Estamos horrorizados por la barbarie de las decapitaciones de rehenes, de las guerras y de las masacres en Oriente Medio y África y los últimos trágicos sucesos como los de París", señaló.
Ante estas amenazas globales, Mattarella pidió "respuestas globales", al considerar que "un fenómeno tan grave no se puede combatir encerrándose en el fuerte de los Estados nacionales".
"La comunidad internacional debe poner en marcha todos sus recursos", agregó e instó a "una intensa colaboración" entre todos los países.
Asimismo afirmó que "la lucha contra el terrorismo debe ser realizada con firmeza, inteligencia y capacidad de discernimiento. Una lucha que no puede prescindir de la seguridad. El Estado debe garantizar el derecho a una vida serena y sin miedo", añadió.
También hubo una referencia al drama de la inmigración e instó a la Unión Europea a ser más "atenta y solidaria" pues es "una emergencia grave y dolorosa" en la que "Italia está realizando bien su parte".
Sobre Europa, Mattarella aseguró que "representa todavía aún una frontera de esperanza".
Uno de los pasajes más aplaudidos fue cuando habló de su cargo y explicó que "un arbitro debe aplicar las reglas. Un arbitro debe y será imparcial, pero los jugadores lo deben ayudar con su corrección".
Tras el juramento y su discurso de investidura, el presidente se dirigió al monumento conocido como el Altar de la Patria para depositar una corona y después, como requiere el ritual, en un histórico coche de época descapotable se dirigió hacia el Palacio del Quirinal, sede de la Presidencia italiana, para la ceremonia de toma de posesión.
Una ceremonia a la que estuvieron invitados también todos los líderes políticos, entre ellos el expresidente del Gobierno y presidente de Forza Italia, Silvio Berlusconi, mientras que el líder del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, declinó la invitación.
EFE
El sucesor de Giorgio Napolitano prometió: "Ser fiel a la República y observar lealmente la Constitución". Comenzó su discurso instando a la unidad del país y exhortando al empeño de todos para "superar las dificultades de los italianos y realizar sus esperanzas".
"La larga crisis, que se ha prolongado más allá de cualquier límite, ha inferido heridas al tejido social (...) ha producido marginación, soledad, tantas dificultades, ha creado exclusión, ha aumentado las injusticias y ha generado nuevas pobrezas", observó.
Su primera recomendación fue que para salir de la crisis "hay que alimentar la inversión del ciclo económico".
"Es indispensable que la consolidación financiera se acompañe con una robusta iniciativa de crecimiento, articulado a nivel europeo", explicó.
En su discurso, que duró unos 30 minutos, Mattarella recordó también que "la lucha contra la mafia y a la corrupción son prioridades absolutas".
"La corrupción ha alcanzado un nivel inaceptable. Devora los recursos que podrían ser destinados a los ciudadanos, impide la correcta explicación de las reglas de mercado, favorece las camarillas y penaliza a los honestos y capaces", dijo.
También consideró "alarmante" la difusión "de las mafias, antiguas y nuevas, también en áreas geográficas hasta ahora inmunes. Es un cáncer penetrante que destroza las esperanzas, impone yugos y pisa los derechos",
"Tenemos que alentar la acción determinada de la magistratura y de las fuerzas del orden que, a menudo, arriesgan la vida, y luchan por contrarrestar la criminalidad organizada", agregó para recordar después con emoción a los jueces asesinados por Cosa Nostra en 1992 Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Un pasaje importante de su alocución fue "el desafío sangriento" que ha lanzado el terrorismo internacional, "sembrando luto y tragedia en todas las partes del mundo y causando víctimas inocentes".
"Estamos horrorizados por la barbarie de las decapitaciones de rehenes, de las guerras y de las masacres en Oriente Medio y África y los últimos trágicos sucesos como los de París", señaló.
Ante estas amenazas globales, Mattarella pidió "respuestas globales", al considerar que "un fenómeno tan grave no se puede combatir encerrándose en el fuerte de los Estados nacionales".
"La comunidad internacional debe poner en marcha todos sus recursos", agregó e instó a "una intensa colaboración" entre todos los países.
Asimismo afirmó que "la lucha contra el terrorismo debe ser realizada con firmeza, inteligencia y capacidad de discernimiento. Una lucha que no puede prescindir de la seguridad. El Estado debe garantizar el derecho a una vida serena y sin miedo", añadió.
También hubo una referencia al drama de la inmigración e instó a la Unión Europea a ser más "atenta y solidaria" pues es "una emergencia grave y dolorosa" en la que "Italia está realizando bien su parte".
Sobre Europa, Mattarella aseguró que "representa todavía aún una frontera de esperanza".
Uno de los pasajes más aplaudidos fue cuando habló de su cargo y explicó que "un arbitro debe aplicar las reglas. Un arbitro debe y será imparcial, pero los jugadores lo deben ayudar con su corrección".
Tras el juramento y su discurso de investidura, el presidente se dirigió al monumento conocido como el Altar de la Patria para depositar una corona y después, como requiere el ritual, en un histórico coche de época descapotable se dirigió hacia el Palacio del Quirinal, sede de la Presidencia italiana, para la ceremonia de toma de posesión.
Una ceremonia a la que estuvieron invitados también todos los líderes políticos, entre ellos el expresidente del Gobierno y presidente de Forza Italia, Silvio Berlusconi, mientras que el líder del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, declinó la invitación.
EFE
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