La apertura del gobierno del presidente Raúl Castro con Estados Unidos parece que está basada en el modelo económico de Pekín o el de Vietman; para la administración Obama, la oportunidad de hacer negocios es inmejorable.
CIUDAD DE MÉXICO.- En su acercamiento a Estados Unidos, que parece parte de una estrategia de transición iniciada hace años, las alternativas del gobierno cubano parecerían estar entre China y Vietnam.
Y no es que uno u otro vayan a ser los contrapesos que el régimen del presidente Raúl Castro busque para compensar el esperado impacto de la presencia estadunidense, sino el modelo económico a seguir en la Cuba del futuro.
Para el presidente Barack Obama, la reanudación de relaciones con Cuba permitiría que Estados Unidos estuviera en capacidad de poner presión sobre el gobierno cubano y que más visitantes y acceso a internet llevaría a una apertura.
“Con el tiempo, lo que se va a ver gradualmente es un cambio”, dijo Obama a GloZell Green, que encabeza un programa de You Tube con más de cinco millones de seguidores.
El señalamiento en gran medida refleja las esperanzas del gobierno de Obama, que tomó un paso considerado como audaz al romper con una política de aislamiento que lleva ya medio siglo y aún tiene partidarios.
La decisión de Obama puede, sin embargo, haber puesto fin a un debate que ya hace casi 20 años llevó a la influyente “Corporación Rand” a emitir un estudio en el que afirmaba que Cuba, en algún momento, iría al “mercado-leninismo”.
Pero eso es desde el lado estadunidense.
Hoy se especula sobre lo que sucederá en Cuba cuando, tal vez, culmine con éxito el actual intento de restablecer relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos. Y si bien surgen las dudas, dos puntos parecen claros.
Estados Unidos no está empeñado en el derrocamiento del régimen y desde hace tiempo favorecen una transición –no muy alejada de la que lleva ya años en desarrollo– todavía bajo la égida de los hermanos Castro y el aparato de seguridad del gobierno cubano.
De hecho, documentos diversos señalan que ya hace 20 años había pronunciamientos por mantener la presión económica y diplomática, por la multiplicación de contactos comerciales y culturales, pero ninguno parecía favorable a una solución de conflicto que se consideraba ya como indeseable por los costos que involucraría.
Que la decisión de cuánto abrir y qué tan lejos llegar continúa en manos del gobierno cubano, aunque sus opciones parecen reducirse a las alternativas de optar por el modelo chino, en el que la liberación económica alienta la creación de grandes capitales, pero incluye también un grado de corrupción.
O el estilo vietnamita. Una apertura cuidadosamente graduada, de una economía rígidamente centralizada hacia una economía socialista de mercado, que ha favorecido la creación de medianas y pequeñas empresas y también, abierta a la inversión externa.
Dos formas distintas, y en evolución, de lo que se define –no sin humor– como el “mercado-leninismo”. Libertad económica a cambio de autoritarismo político...
Un reporte de la Rand, un influyente centro académico que frecuentemente elabora reportes y análisis para el Departamento de Defensa, afirmaba en 1993 que la mejor posibilidad para alentar cooperación y evolución en Cuba, sería “una suavización selectiva, unilateral (del embargo), junto con una clara advertencia de quedarse fuera de actividades de proliferación o de narcotráfico, proveería una creíble mezcla de ‘zanahorias y palos’” que lo que en ese momento era “un retorno al conflicto”.
Y de hecho hacían hincapié en la postura de las fuerzas de seguridad y su importancia para esa transición que al tiempo de permitir la supervivencia del régimen le permitiría abrirse para superar los problemas económicos.
La postura fue comparada por el diario español El País a la de un boxeador que de hecho acepta golpes a las partes blandas, pero mantiene incólumes sus puntos vitales.
Para muchos, en diciembre pasado, fue una sorpresa que el presidente Raúl Castro hiciera el anuncio sobre el reinicio de contactos con Estados Unidos vestido en su uniforme de comandante en Jefe de las Fuerzas armadas de Cuba. Fue un aviso para los estadunidenses, pero también para los cubanos: el gobierno está en control.
Pero Estados Unidos, como dejó ver Obama, creen que el contacto entre poblaciones, su economía y el tamaño de su mercado, mucho más cercanos que China Popular, serán a fin de cuentas un imán demasiado grande.
De entrada es claro que el acuerdo entre los gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro no incluye el fin del embargo, aunque pueda llegar a ser una consecuencia. A cambio, se espera el inicio de un periodo de inversiones y apertura turística.
Cierto que hay muchos misterios. Uno de ellos, cuál es la opinión al respecto de Fidel Castro, el líder cubano que durante más de medio siglo ha ejercido control directo o indirecto del país y su futuro. Hace más de un año que el anciano dirigente no aparece en público, y al margen de las especulaciones sobre su salud, su ausencia se siente.
Cuando delegaciones de Estados Unidos y Cuba iniciaron la semana pasada negociaciones para buscar la reanudación de relaciones diplomáticas, estuvieron de acuerdo en sólo un tema inicial: en lo que estaban en desacuerdo.
De entrada Estados Unidos parecerían el país más obligado a hacer concesiones: después de todo la decisión de imponer el embargo comercial, hace casi 54 años, fue de ellos y la decisión de iniciar contactos con la idea de normalizar relaciones también es de ellos.
“No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”, dijo el presidente Barack Obama en diciembre pasado.
Pero de acuerdo con el economista dominicano Fabio Rafael Fiallo, el punto determinante ahora es que el gobierno cubano no llega a las negociaciones con EU en una posición de fuerza.
El desplome de la Unión Soviética provocó problemas en la década de los 90, del siglo pasado, pero luego aparecieron China y Venezuela. A final de cuentas, la largueza económica de la Venezuela de Hugo Chávez y su respaldo a Cuba dieron margen de maniobra al gobierno castrista. Pero la muerte de Chávez y los problemas económicos de Venezuela obligaron al gobierno cubano a aceptar un acercamiento con su mayor adversario.
Al mismo tiempo la realidad. La economía no está como para que muchos países adopten la idea de subvencionar a otra nación por una mera cuestión geopolítica o una simpatía ideológica. El gobierno brasileño –o el chino, o el ruso, o el... etc.– puede simpatizar con el cubano, pero igual que el estadunidense necesita recuperar sus créditos.
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