Una burbuja bursátil estalla en China, y el mundo se pregunta si la potencia asiática está a las puertas de un “aterrizaje brusco”.
Una carnicería accionaria se desató en China el lunes y martes, cuando el principal índice se desplomó y arrastró a las bolsas del resto del mundo. A la táctica que venía desarrollando desde junio para sostener sus mercados –comprar acciones a través de una corporación financiera– Pekín le sumó el martes otras medidas de su arsenal: bajó las tasas de interés y redujo el requisito de reservas para los grandes bancos, habilitándolos a prestar más dinero.
Pekín retornó a la intervención directa en las bolsas el jueves, empeñada, según algunas fuentes, en que volviera la calma a tiempo para un importante desfile militar que esta semana recordará los 70 años de la victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. El viernes, la sangría parecía contenida.
Pero todo indica que los mercados chinos seguirán extremadamente inestables. Pese a haber caído un 40% desde su pico registrado en junio (una regresión que emula la del shock puntocom de EE.UU. en 2001), la plaza china sigue un 50% más alta que a comienzos de 2014, lo que deja espacio para más fluctuaciones violentas.
La opinión de muchos expertos de que se trata de una “corrección” brutal de una bolsa inflada –y no de un crac tipo Lehman Brothers capaz de detonar una recesión mundial– no bastó para aplacar las suspicacias desatadas respecto del estado real de la economia china.
En los últimos años, China ha sido el aportante más estable al crecimiento mundial, y no sólo los países emergentes prosperaron extrayendo materias primas para alimentar su superlativo crecimiento: también industrias de países desarrollados, desde el lujo hasta los autos, han tenido a China como el norte de su crecimiento (ver “Cuando China estornuda” en pág. 6). Un aterrizaje brusco en la segunda economía del mundo , en caso de que ocurriera, tendría un impacto comparable al de una recesión en EE.UU., estimó el viernes el semanario The Economist.
Casino
La bolsa china suele ser comparada con un “casino” sin gran relación con la economía real, especialmente por las apuestas financiadas con crédito que inflaron su volumen: 152% subió el índice Shanghai Composite en el año hasta el 12 de junio.. Cuando esa fiebre financiera finalmente se enfrió, el gobierno hizo de todo por frenar la caída, prohibiendo a grandes accionistas vender, suspendiendo salidas a bolsa y usando fondos para comprar acciones de empresas clave.
Funcionó hasta que dejó de funcionar. En las cuatro sesiones hasta el 25 de agosto la bolsa de Shanghai, la principal del país, perdió 22% de su valor. La estabilización lograda luego, sobre fin de la semana, se ve apenas como transitoria.
Aun así, la mayoría de los analistas no le atribuyen a la bolsa china la capacidad de iniciar un dominó generalizado. Los principales afectados por su desplome son empresas e individuos chinos, a diferencia del 2008 cuando el mundo entero habia comprado el subprime de Estados Unidos.
La caída de la bolsa china es un hecho “de segunda categoría” dijo el influyente Martin Wolf en el Financial Times el martes. Así y todo – señaló– que el gobierno chino haya decidido empeñar recursos sustanciales y hasta su autoridad en su esfuerzo por evitar el desplome podría indicar que están preocupados por la economía. Si ellos se inquietan por la economía, el resto del mundo también tendría razones para inquietarse.
Una medida que llegó por sorpresa y que quedó abierta a lecturas diversas fue la decisión de Pekín de devaluar su moneda, el renminbi o yuan, el 11 de agosto. Fue una medida técnica, según la presentaron las autoridades, y en sí misma no alcanzó proporciones sobresalientes (la devaluación acumuló 2,8% frente al dólar).
Pero cabe la posibilidad, según los sinólogos, de que razones económicas y no sólo técnicas hayan impulsado la decisión. El martes, el Banco Central chino dijo, en la explicación que acompañó el anuncio de la rebaja de tasas de interés, que el crecimiento estaba sufriendo “presiones”.
Crecimiento
Aunque el primer ministro Ali Keqiang dijo el martes, según la televisión de su país, que “fundamentalmente la estabilidad general de la economía no ha cambiado”, la meta de Pekín de un 7% de crecimiento para este año empieza a sonar poco creíble para muchos. Pronósticos reunidos por la consultora Consensus Economics arrojan otras cifras, en torno al 5,3% para el cuarto trimestre. Los últimos datos sobre producción industrial estuvieron por debajo de las expectativas.
Algunos sinólogos no se dejan arrastrar fácilmente por el pesimismo, Señalan que la economía china es más la de un continente que la de un país. Y que, mientras sectores como la construcción y la industria pesada pierden fuerza, los servicios siguen creciendo y hace ya dos años, como parte de un cambio estructural, suplantaron a la manufactura como el sector número uno de la economía.
La observación no está llamada a ser un gran consuelo para los países que en los últimos diez años han prosperado vendiéndole a China recursos para alimentar la voracidad de su infraestructura e industrias. Contadores y peluquerías no consumen cobre o hierro de la misma manera que edificios y ferrocarriles; y los precios de las materias primas pagan las consecuencias. Un índice de Bloomberg de 22 commodities, desde petróleo hasta metales, tocó este mes su peor nivel en todo el siglo. Aún si es suave, el aterrizaje de China es mala noticia para los países con economías muy dependientes de la exportación de recursos naturales.
Pekín retornó a la intervención directa en las bolsas el jueves, empeñada, según algunas fuentes, en que volviera la calma a tiempo para un importante desfile militar que esta semana recordará los 70 años de la victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. El viernes, la sangría parecía contenida.
Pero todo indica que los mercados chinos seguirán extremadamente inestables. Pese a haber caído un 40% desde su pico registrado en junio (una regresión que emula la del shock puntocom de EE.UU. en 2001), la plaza china sigue un 50% más alta que a comienzos de 2014, lo que deja espacio para más fluctuaciones violentas.
La opinión de muchos expertos de que se trata de una “corrección” brutal de una bolsa inflada –y no de un crac tipo Lehman Brothers capaz de detonar una recesión mundial– no bastó para aplacar las suspicacias desatadas respecto del estado real de la economia china.
En los últimos años, China ha sido el aportante más estable al crecimiento mundial, y no sólo los países emergentes prosperaron extrayendo materias primas para alimentar su superlativo crecimiento: también industrias de países desarrollados, desde el lujo hasta los autos, han tenido a China como el norte de su crecimiento (ver “Cuando China estornuda” en pág. 6). Un aterrizaje brusco en la segunda economía del mundo , en caso de que ocurriera, tendría un impacto comparable al de una recesión en EE.UU., estimó el viernes el semanario The Economist.
Casino
La bolsa china suele ser comparada con un “casino” sin gran relación con la economía real, especialmente por las apuestas financiadas con crédito que inflaron su volumen: 152% subió el índice Shanghai Composite en el año hasta el 12 de junio.. Cuando esa fiebre financiera finalmente se enfrió, el gobierno hizo de todo por frenar la caída, prohibiendo a grandes accionistas vender, suspendiendo salidas a bolsa y usando fondos para comprar acciones de empresas clave.
Funcionó hasta que dejó de funcionar. En las cuatro sesiones hasta el 25 de agosto la bolsa de Shanghai, la principal del país, perdió 22% de su valor. La estabilización lograda luego, sobre fin de la semana, se ve apenas como transitoria.
Aun así, la mayoría de los analistas no le atribuyen a la bolsa china la capacidad de iniciar un dominó generalizado. Los principales afectados por su desplome son empresas e individuos chinos, a diferencia del 2008 cuando el mundo entero habia comprado el subprime de Estados Unidos.
La caída de la bolsa china es un hecho “de segunda categoría” dijo el influyente Martin Wolf en el Financial Times el martes. Así y todo – señaló– que el gobierno chino haya decidido empeñar recursos sustanciales y hasta su autoridad en su esfuerzo por evitar el desplome podría indicar que están preocupados por la economía. Si ellos se inquietan por la economía, el resto del mundo también tendría razones para inquietarse.
Una medida que llegó por sorpresa y que quedó abierta a lecturas diversas fue la decisión de Pekín de devaluar su moneda, el renminbi o yuan, el 11 de agosto. Fue una medida técnica, según la presentaron las autoridades, y en sí misma no alcanzó proporciones sobresalientes (la devaluación acumuló 2,8% frente al dólar).
Pero cabe la posibilidad, según los sinólogos, de que razones económicas y no sólo técnicas hayan impulsado la decisión. El martes, el Banco Central chino dijo, en la explicación que acompañó el anuncio de la rebaja de tasas de interés, que el crecimiento estaba sufriendo “presiones”.
Crecimiento
Aunque el primer ministro Ali Keqiang dijo el martes, según la televisión de su país, que “fundamentalmente la estabilidad general de la economía no ha cambiado”, la meta de Pekín de un 7% de crecimiento para este año empieza a sonar poco creíble para muchos. Pronósticos reunidos por la consultora Consensus Economics arrojan otras cifras, en torno al 5,3% para el cuarto trimestre. Los últimos datos sobre producción industrial estuvieron por debajo de las expectativas.
Algunos sinólogos no se dejan arrastrar fácilmente por el pesimismo, Señalan que la economía china es más la de un continente que la de un país. Y que, mientras sectores como la construcción y la industria pesada pierden fuerza, los servicios siguen creciendo y hace ya dos años, como parte de un cambio estructural, suplantaron a la manufactura como el sector número uno de la economía.
La observación no está llamada a ser un gran consuelo para los países que en los últimos diez años han prosperado vendiéndole a China recursos para alimentar la voracidad de su infraestructura e industrias. Contadores y peluquerías no consumen cobre o hierro de la misma manera que edificios y ferrocarriles; y los precios de las materias primas pagan las consecuencias. Un índice de Bloomberg de 22 commodities, desde petróleo hasta metales, tocó este mes su peor nivel en todo el siglo. Aún si es suave, el aterrizaje de China es mala noticia para los países con economías muy dependientes de la exportación de recursos naturales.
CLARIN