“Falleció plácidamente en el hospital de Siriraj”, informó el palacio real en un comunicado. Tenía 88 años.
Minutos después, el jefe de la junta militar, el general Prayut Chan-O-Cha, anunció que el príncipe heredero Maha Vajiralongkorn sucederá a su difunto padre, e instó a la población a “un duelo de un año”.
Todas las cadenas de televisión interrumpieron su programación, cambiándola por una pantalla gris, y en el recinto del centro médico donde estaba internado el rey cientos de personas rompieron en llanto, constató un periodista de la AFP.
Aunque no tenía poderes políticos, el rey conservó en esta sociedad budista su imagen tutelar y protectora de sus súbditos.
Los tailandeses le consideraban el único cimiento de una nación muy dividida.
Bhumibol Adulyadej subió al trono en 1946, tras la muerte inexplicada de su hermano y muchos tailandeses no han conocido nunca a otro soberano.
El rey, hospitalizado casi ininterrumpidamente desde hace dos años -fue tratado recientemente por una infección pulmonar, problemas cardíacos e hidrocefalia- no había vuelto a aparecer en público desde hacía casi un año.
El príncipe Maha Vajiralongkorn, de 64 años, es menos conocido y venerado por sus compatriotas que su padre, y hasta ahora vivía la mayor parte del tiempo en Alemania.
De formación militar, sobre todo en la Academia de Duntroon, en Australia, tiene un rango honorífico de general en las fuerzas armadas y en los últimos años reemplazó a menudo a su padre en ceremonias oficiales, aunque raramente ha tomado la palabra.
Estatus de semidiós
Bhumibol Adulyadej tenía un estatus de semidiós en Tailandia desde hace décadas. Sus retratos están omnipresentes en todo el país y el culto a la personalidad del rey se reforzó todavía más desde el golpe de Estado militar del 22 de mayo de 2014.
En esta sociedad budista, el rey ha conservado su imagen tutelar y protectora de sus súbditos.
El rey, la reina, el heredero y el regente están protegidos por una ley que reprime los crímenes de lesa majestad, una de las más severas del mundo. Desde la llegada al poder de la junta, las demandas se multiplicaron y las condenas se endurecieron.
La última década de su reinado estuvo marcada por una gran inestabilidad política, con dos bandos enfrentados: las élites ultramonárquicas (identificadas como los “amarillos”) y los partidarios del ex primer ministro Thaksin Shinawatra (los “rojos”).
El último de una larga serie de golpes de Estado se llevó a cabo en nombre de la salvaguardia de la monarquía por unas fuerzas armadas preocupadas por blindar la escena política al acercarse la sucesión.
La consultoría BMI Research advirtió esta semana en una nota a sus clientes sobre el impacto económico que podría tener “un largo periodo de duelo” de varias semanas en Tailandia.