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Los extranjeros se encierran por miedo a nuevos atentados en Kabul

Ningún extranjero tenía ganas de salir de casa ayer, y aún menos ir a un restaurante, después del fatídico atentado del viernes por la noche contra un popular establecimiento de restauración en Kabul en que murieron 21 personas, trece de ellas extranjeras.

El ataque fue uno de los peores contra la comunidad internacional en la capital afgana y seguro que tendrá consecuencias: que los extranjeros se encierren todavía más en su propio mundo en Kabul, reduciendo aún más sus movimientos yevitando en lo posible el contacto con la población afgana.

Además la proximidad de las elecciones presidenciales, previstas para el 5 de abril, hace temer que se produzca una desbandada: que la mayoría de occidentales se vaya.

El recinto atacado, el restaurante Taverna du Liban, era uno de los pocos destinados a occidentales en Kabul a los que el personal extranjero de las Naciones Unidas y la Unión Europea estaba autorizado a ir al considerarse un lugar relativamente seguro. El establecimiento contaba con vigilancia armada en la entrada, doble puerta de acceso y su perímetro estaba rodeado de Hescos, enormes sacos de tierra que en Afganistán se suelen utilizar para proteger las bases militares.

Sin embargo, los insurgentes -tres en total, uno de los cuales se inmoló en la entrada con un chaleco con explosivos- consiguieron superar todos los obstáculos, acceder en el recinto y ejecutar uno a uno a sus clientes. No quedó nadie con vida. Entre la clientela, se encontraba el representante en Afganistán del Fondo Monetario Internacional, el libanés Wabel Abadallah, cuatro trabajadores de la ONU, y dos de la Misión de Policía de la Unión Europea (EUPOL): una danesa y un británico. Entre los fallecidos, también hay al menos dos canadienses, un ruso y ocho afganos.


No hay constancia de víctimas españolas. EL MUNDO llamó ayer en repetidas ocasiones al embajador español en Kabul, Juan José Rubio, pero apenas pudo intercambiar con él unas cuantas frases, ya que la comunicación se cortó de repente y el embajador no volvió a contestar más el teléfono. Rubio se limitó a declarar que la recomendación de la embajada es la misma que ya se indica en su página web. O sea, que "se desaconseja el viaje" a Afganistán "salvo por razones de extrema necesidad". Y las zonas de riesgo en el país son "todas".

Diversos españoles que trabajan en Kabul se quejaron ayer del "mutismo" de la embajada, ya que nadie de la legación diplomática se comunicó con ellos tras el atentado para confirmar si estaban bien. En Kabul apenas residen una treintena de civiles españoles. Otras embajadas europeas, como la italiana y la francesa, sí que contactaron con sus respectivos nacionales.

Desde que en 2005 se iniciaron los secuestros de extranjeros en Afganistán, en Kabul existe una doble oferta de ocio y servicios. O sea, toda una serie de restaurantes y tiendas con medidas especiales de seguridad, destinados específicamente a extranjeros. Sin embargo, desde enero de 2011, los talibán no habían atacado uno de esos lugares. En esa fecha asaltaron un supermercado de alimentación y, a raíz del atentado, todos los establecimientos de ese tipo destinados a extranjeros se blindaron con puertas de hierro en la entrada y vigilantes armados, como si fueran entidades financieras.

De hecho, las medidas de seguridad para extranjeros en Kabulse han ido incrementando a golpe de atentados. Por ejemplo, en octubre de 2009 los talibán atacaron una casa de la ONU, y mataron a seis de sus empleados extranjeros.

Tras el atentado, las Naciones Unidas prohibió a sus trabajadores vivir en casas particulares, y los concentró a todos en grandes complejos con importantes medidas de seguridad, en cuyo interior hay alojamientos y oficinas en un mismo recinto.

El atentado del viernes, sin duda, también tendrá consecuencias: que los extranjeros dejen de ir a los denominados restaurantes para occidentales, que hasta ahora eran una de sus pocas distracciones en Kabul. Y que muchos acaben yéndose de la capital afgana. Ya en la actualidad, la ONU cuenta con múltiples vacantes, porque son pocos los dispuestos a trabajar en Kabul. Y algunos organismos y organizaciones internacionales trabajan desde la distancia. Por ejemplo, la Unión Europea tiene buena parte de su personal en Bruselas, y el Comité Internacional de la Cruz Roja trasladó a Dusambé, la capital de Tayikistán, parte de sus empleados después del ataque que la organización sufrió el pasado mes de mayo.


Fuente: elmundo.es

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