WASHINGTON. Es la gran ambición de Barack Obama: que Estados Unidos e Irán se reconcilien para apaciguar los conflictos en Medio Oriente. Pero las relaciones están lejos de normalizarse.
“Barack Obama tiene en la mente la fantasía del gran ’acuerdo’, de una alianza con Irán, de la reconstrucción de una arquitectura regional y de un cambio de paradigma” en Medio Oriente, opina en entrevista con la AFP el investigador francés Joseph Bahout, de la fundación Carnegie.
Teherán y Washington, que se acusaban hasta hace poco de ser el “Gran Satanás” y de constituir el “Eje del Mal”, están en pleno acercamiento y esto favorece las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
Los diálogos se iniciaron en el secreto más absoluto en 2011-2012, antes de que los jefes de la diplomacia John Kerry y Mohamad Javad Zarif pasaran a negociar abiertamente y casi sin interrupciones desde septiembre de 2013, hasta el acuerdo-marco de Lausana el jueves.
Obama había mantenido en septiembre de 2013 una conversación telefónica con su par iraníHasan Rohani. Luego escribió en octubre pasado al guía supremo islámico, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra en los asuntos estratégicos del país.
Al saludar el jueves un “acuerdo histórico”, Obama tendió una mano al pueblo iraní: “Quiero reafirmar lo que dije desde el inicio de mi presidencia. Queremos estar comprometidos con ustedes, basados en el respeto y los intereses mutuos”.
“Durante décadas, nuestros países estuvieron separados por el temor y la desconfianza. Tenemos una oportunidad de avanzar que beneficiará a nuestros países y al mundo durante muchos años”, había declarado en marzo Obama, en un video subtitulado en farsi en ocasión del Año Nuevo iraní.
El gobierno estadounidense “convirtió la búsqueda de un acuerdo con Irán en la pieza clave de su estrategia en Medio Oriente”, observa Suzanne Maloney, de la Brookings Institution. Pero no por ello “el intento de Obama se funda en la ilusión de una nueva alianza, de un gran acercamiento con la República Islámica”, escribe la especialista en su blog.
Teherán y Washington, que se acusaban hasta hace poco de ser el “Gran Satanás” y de constituir el “Eje del Mal”, están en pleno acercamiento y esto favorece las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
Los diálogos se iniciaron en el secreto más absoluto en 2011-2012, antes de que los jefes de la diplomacia John Kerry y Mohamad Javad Zarif pasaran a negociar abiertamente y casi sin interrupciones desde septiembre de 2013, hasta el acuerdo-marco de Lausana el jueves.
Obama había mantenido en septiembre de 2013 una conversación telefónica con su par iraníHasan Rohani. Luego escribió en octubre pasado al guía supremo islámico, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra en los asuntos estratégicos del país.
Al saludar el jueves un “acuerdo histórico”, Obama tendió una mano al pueblo iraní: “Quiero reafirmar lo que dije desde el inicio de mi presidencia. Queremos estar comprometidos con ustedes, basados en el respeto y los intereses mutuos”.
“Durante décadas, nuestros países estuvieron separados por el temor y la desconfianza. Tenemos una oportunidad de avanzar que beneficiará a nuestros países y al mundo durante muchos años”, había declarado en marzo Obama, en un video subtitulado en farsi en ocasión del Año Nuevo iraní.
El gobierno estadounidense “convirtió la búsqueda de un acuerdo con Irán en la pieza clave de su estrategia en Medio Oriente”, observa Suzanne Maloney, de la Brookings Institution. Pero no por ello “el intento de Obama se funda en la ilusión de una nueva alianza, de un gran acercamiento con la República Islámica”, escribe la especialista en su blog.
RENCOR Y HOSTILIDAD
Y es que la hostilidad y el rencor son muy fuertes.
Washington y Teherán rompieron relaciones diplomáticas en abril de 1980, al finalizar la revolución islámica y la toma de rehenes en la embajada estadounidense que duró 444 días, de noviembre de 1979 a enero de 1981. Fue un trauma para Estados Unidos.
La historia de las relaciones entre los dos países ya se había visto empañada con el golpe de Estado, orquestado por la CIA, que permitió el derrocamiento del primer ministro Mohamed Mossadegh el 18 de agosto de 1953 y que trajo de regreso al trono al shá Mohammad Reza Pahlavi. El soberano se convirtió en el aliado de Washington antes de ser defenestrado por la Revolución en 1979.
Irán figura asimismo desde 1984 - junto a Cuba, Sudán y Siria - en la lista negra estadounidense de los “Estados que respaldan el terrorismo” debido al apoyo de Teherán al Hezbolá chiita libanés y a grupos palestinos en Gaza.
La desconfianza sigue siendo tan profunda que el ayatolá Jamenei denunció hace tres semanas la “perversidad” de los estadounidenses, respondiendo a decenas de congresistas estadounidenses que se declararon contrarios a un acuerdo con Irán.
El experto Alireza Nader, del centro de estudios Rand Corporation, de hecho tampoco cree que una reconciliación sea posible.
’COOPERACIÓN DISCRETA’
“La clase dirigente en Irán no quiere vínculos normales con Estados Unidos. El presidente Rohani y su gobierno quizá busquen relaciones diplomáticas pero su guía supremo y sus partidarios lo perciben como algo contrario a sus intereses”, explica a la AFP. Sin embargo, esto no impide que se exploren “zonas de cooperación discreta”, observa.
Desde hace meses, estadounidenses e iraníes extendieron sus negociaciones sobre el programa nuclear a la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico en Irak y Siria.
Kerry reconoció incluso en febrero que Washington y la potencia chiita tenían un “interés común” en el combate contra la organización ultrarradical sunita. E incluso si Estados Unidos niega que haya una “coordinación militar” con Irán contra el EI, fueron de hecho aliados en la batalla de Tikrit, norte de Irak. Bahout, de la Carnegie, lo ve incluso como una “suerte de “colusión”.
En Afganistán también, Irán y Estados Unidos tienen motivos para colaborar, unidos por su voluntad de impedir el regreso al poder de los talibanes.
Con la caída del régimen islamista de Kabul a fines de 2001, estadounidenses e iraníes cooperaron para erigir el régimen del presidente Hamid Karzai. El negociador iraní de entonces para Afganistán era el propio Zarif, uno de los artífices del acuerdo sobre el programa nuclear.
AFP
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