- La Nasa veta toda colaboración con Pekín, a quien acusa de querer robar sus secretos
En un tiempo de estrecheces presupuestarias como el actual cualquier alianza es buena para ahorrar costes en la exploración espacial. Aunque sea con el enemigo de antaño.
EE UU y Rusia colaboran de forma ejemplar en la Estación Espacial Internacional (EEI). Así, la Nasa y Roscosmos han dejado atrás su competición por hacer del espacio un santuario capitalista o un paraíso capitalista. Hoy día, los astronautas estadounidenses viajan a la EEI en naves rusas aunque eso sí, por un módico de precio que se calcula en 65 millones de dólares por asiento.
La relación entre la Agencia Espacial Europea y la rusa también pasa por sus mejores momentos, con misiones conjuntas planificadas para explorar Marte, por ejemplo.
Quienes ‘no pueden ni verse’ son estadounidenses y chinos, una rivalidad empieza a asemejarse a la rivalidad de la Nasa con la Unión Soviética. EE UU ha prohibido por ley toda colaboración con Pekín. Se basa en el temor a que su tecnología pueda caer en manos de Corea el Norte o Irán. Washington teme el uso militar que se podría dar a las aplicaciones de la Nasa.
Y motivos no le faltan. El año pasado un científico chino que trabajaba para la Nasa fue detenido a punto de coger un vuelo a su país. Se le incautó un ordenador repleto de información sensible del Departamento de Defensa. "Los chinos tienen en Washington el programa más completo espionaje que se recuerda. Hacen que el KGB parezca un juego de niños", dijo entonces un congresista por Virginia.
De momento China tiene vetada su entrada en la EEI. Algo que los chinos pretenden suplir por las bravas: construyendo su propia estación espacial, que quieren tener lista para la próxima década.
La llegada de una sonda china a la superficie de la Luna el pasado diciembre además de un gran éxito –a pesar de que el rover Yutu no funcionó- sirvió para atacar al enemigo. Científicos del gigante asiático aprovecharon la ocasión para asegurar que, en vista de los datos recabados, EE UU nunca pisó el satélite terrestre.
El caso es que, al margen de recelos mutuos, nadie duda de que una colaboración estrecha entre ambas potencias espaciales daría un impulso gigantesco a misiones como las de Marte, que han sido relegadas sine die en el calendario.
Fuente: elcorreo.com
EE UU y Rusia colaboran de forma ejemplar en la Estación Espacial Internacional (EEI). Así, la Nasa y Roscosmos han dejado atrás su competición por hacer del espacio un santuario capitalista o un paraíso capitalista. Hoy día, los astronautas estadounidenses viajan a la EEI en naves rusas aunque eso sí, por un módico de precio que se calcula en 65 millones de dólares por asiento.
La relación entre la Agencia Espacial Europea y la rusa también pasa por sus mejores momentos, con misiones conjuntas planificadas para explorar Marte, por ejemplo.
Quienes ‘no pueden ni verse’ son estadounidenses y chinos, una rivalidad empieza a asemejarse a la rivalidad de la Nasa con la Unión Soviética. EE UU ha prohibido por ley toda colaboración con Pekín. Se basa en el temor a que su tecnología pueda caer en manos de Corea el Norte o Irán. Washington teme el uso militar que se podría dar a las aplicaciones de la Nasa.
Y motivos no le faltan. El año pasado un científico chino que trabajaba para la Nasa fue detenido a punto de coger un vuelo a su país. Se le incautó un ordenador repleto de información sensible del Departamento de Defensa. "Los chinos tienen en Washington el programa más completo espionaje que se recuerda. Hacen que el KGB parezca un juego de niños", dijo entonces un congresista por Virginia.
De momento China tiene vetada su entrada en la EEI. Algo que los chinos pretenden suplir por las bravas: construyendo su propia estación espacial, que quieren tener lista para la próxima década.
La llegada de una sonda china a la superficie de la Luna el pasado diciembre además de un gran éxito –a pesar de que el rover Yutu no funcionó- sirvió para atacar al enemigo. Científicos del gigante asiático aprovecharon la ocasión para asegurar que, en vista de los datos recabados, EE UU nunca pisó el satélite terrestre.
El caso es que, al margen de recelos mutuos, nadie duda de que una colaboración estrecha entre ambas potencias espaciales daría un impulso gigantesco a misiones como las de Marte, que han sido relegadas sine die en el calendario.
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