Las elecciones del 29 de marzo revelan que los bolivianos no quieren un líder omnipresenteTan sólo seis meses después de haber sido reelecto de manera contundente, el presidente boliviano Evo Morales sufrió el que es, quizá, el peor revés de su carrera política hasta ahora. La derrota en por lo menos cinco gobernaciones y en varias de las principales ciudades del país, lo obligó a hacer una dura autocrítica y un rápido intento de “reordenar” su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS) de cara al futuro.
“Lamento mucho que en La Paz hayamos perdido las elecciones”, dijo Evo el pasado lunes, un día después de las elecciones regionales y municipales donde la oposición se impuso en las alcaldías de siete de las nueve capitales departamentales (La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija, Oruro y Trinidad y Cobija), además de El Alto, y ganó en tres gobernaciones: La Paz, Santa Cruz y Tarija.
Los golpes más duros al oficialismo fueron la pérdida de El Alto, el bastión más fuerte del masismo, donde triunfó la candidata opositora Soledad Chapetón, una educadora aimara de 34 años, y La Paz, por ser la capital y donde ganó la gubernatura el antropólogo Felipe Patzi, desertor del MAS. El de Cochabamba fue otro duro golpe, pues fue justo en ese departamento en el que en los años 90 despegó la carrera sindical y política de Evo como líder cocalero.
La primera reacción del presidente Morales fue la de despegar de la derrota. En una conferencia de prensa en el Palacio Quemado, rechazó las versiones de la prensa de que “Evo perdió” en los comicios. Más bien, atribuyó las derrotas del MAS a “un voto de castigo a la corrupción”, en un partido que se ha visto sacudido por diversos escándalos en ese rubro y, en el caso de La Paz, “al machismo que todavía existe”. El oficialismo tenía en La Paz a una mujer como candidata, Felipa Hunanca, quien fue acusada de malversación de fondos indígenas en los días previos a las elecciones.
Lo cierto es que la derrota alejó bastante a Evo del “poder imperial” que algunos creían ver en este presidente indígena que se convirtió en un líder popular, primero en las luchas sindicales, y luego como mandatario gracias a su política de nacionalización de los hidrocarburos, la construcción de infraestructura a lo largo y ancho del país.
A decir de analistas, lo ocurrido el domingo pasado es resultado del rechazo de los bolivianos a la concentración del poder en manos de un solo partido y de un solo hombre, Evo, que unos días antes de las elecciones advertía que no trabajaría con los candidatos opositores que resultaran electos. “¿Cómo voy a trabajar por la ciudad de El Alto con la gente de la derecha?”, dijo.
El resultado electoral puede leerse como “una advertencia y un intento de la sociedad de poner coto al vasto poder de Morales”, opinó el sociólogo cruceño Héctor Rengifo.
“El electorado le dijo a Evo: te queremos presidente pero también queremos que tu poder tenga límites y que se terminen ciertas malas prácticas desde el gobierno”, explicó, a su vez, la politóloga Ivana Costa. Entre esas malas prácticas está la corrupción, que los bolivianos ven como uno de los problemas más graves del país.
Una vez conocidos los resultados electorales, fue el propio vicepresidente, Álvaro García Linera, quien reconoció que desde el gobierno “sí recibimos el mensaje” de los bolivianos. García Linera atribuyó la derrota a “la construcción de liderazgos débiles”.
Los rostros y declaraciones desde el gobierno contrastaron marcadamente con los del año pasado, cuando un Morales emocionado afirmaba que “nos hemos ganado la confianza de todos los bolivianos”, tras imponerse con 61.3% de los votos en las elecciones presidenciales de octubre, y luego de que su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), lograra una mayoría de dos tercios en la Asamblea Legislativa.
Hoy, en la oposición no hay tampoco cantos de victoria. Ello, porque no hay un partido en particular al que pueda atribuírsele el fenómeno que ocurrió el domingo, y tampoco se trata de un sector unificado.
Es por eso que, a decir de Rengijo, los resultados del domingo hablan de la necesidad de que Evo, quien gobernará hasta 2020 los destinos de Bolivia, ajuste “las piezas hacia adentro del partido, más que velar lo que pase con una oposición que continúa fragmentada”.
En mayo, el gobierno tiene la oportunidad de rehacerse mínimamente en la segunda vuelta en el Beni, aunque después de las regionales el debate interno en el MAS quedó abierto, porque la del domingo resultó ser una derrota inesperada para el gobierno y una advertencia de la sociedad en su conjunto para el gobierno de Evo Morales.
El Universal
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