Entre las víctimas figuran siete civiles –entre las raras personas que se aventuran al exterior para buscar comida– que hacían cola para comprar yogur en un mercado del barrio de Bustan Al Qasr, según la organización Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Un corresponsal de la AFP describió un escenario trágico, con restos de cadáveres esparcidos en el suelo, en medio de un baño de sangre. Las clínicas estaban desbordadas con la llegada de nuevos heridos. Bustan al Qasr se halla en la línea que divide la zona gubernamental de la ciudad, en el oeste, de los barrios controlados por los rebeldes, en el Este.
Para mayor sufrimiento, los casi dos millones de habitantes de Alepo carecían este sábado de agua debido a los bombardeos de la noche anterior. La Unicef teme una “catastrófica aparición de enfermedades” a causa de la falta de agua potable, en particular entre los niños.
Alepo, antigua capital económica y segunda mayor ciudad del país, se ha convertido en el principal botín de la guerra en Siria, y por ello es una de las localidades más azotadas por un conflicto que en cinco años ha causado más de 300.000 muertos.
De la floreciente ciudad y su centro histórico, reputado en todo el mundo por haber sido habitado de manera ininterrumpida desde al menos 4.000 años antes de Cristo, apenas queda hoy un campo de ruinas y desolación.
A pesar de una reunión en Nueva York de los jefes de la diplomacia estadounidense, John Kerry, y ruso, Serguei Lavrov, cuyos países apoyan a bandos opuestos, la comunidad internacional parece incapaz de frenar este conflicto.
Un alto el fuego de una semana, impulsado por Moscú y Washington, terminó el lunes pasado sin que la ayuda humanitaria hubiese llegado a la parte de Alepo asediada por el régimen. Ambas potencias se acusan mutuamente de haberlo violado.
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