“Insoportable”. Es la palabra más escuchada en Francia en el día 15 de la huelga contra las reformas jubilatorias que propone el gobierno de Emmanuel Macron. Aunque los franceses están a favor de las movilizaciones y las protestas, su vida cotidiana está sufriendo junto con la incertidumbre del día al día, el caos que genera la medida de fuerza, los interminables embotellamientos y la incógnita de no saber si habrá o no tregua en las vacaciones navideñas, que comienzan el viernes. La tensión y los incidentes crecen en la calle y en los transportes, con ciudadanos histéricos y agotados.
Los inconvenientes y dramas diarios para cada francés es la mayor amenaza hoy a la popularidad de la protesta, que continúa. La moral de los usuarios de los transportes en huelga puede minar las simpatías que hasta ahora existen, aunque el 63 por ciento quiere una tregua navideña. Una nueva reunión multisectorial se llevará adelante este jueves entre los sindicatos y el primer ministro Edouard Philippe.
Los franceses están crispados en el día a día. El mejor termómetro es en los transportes en común escasos y que deben esperar en largas colas. No pueden más de caminar kilómetros, de levantarse al amanecer para llegar al trabajo y conseguir llegar a su casa a medianoche.
“Camino dos horas a la mañana y dos horas a la noche para llegar. Estoy exhausta, llena de ampollas. Me levanto a la madrugada . Cada día debo encontrar una nueva ruta para volver a casa a la noche. Estoy harta” explica Danielle , que es funcionaria pública y vive en Bondy, en los suburbios de Paris.
Lo peor es para los más pobres, que viven lejos y vuelven a pie. Hay agresiones en la calle de gente alterada. Los que van en trottinettes detestan los peatones al igual que los de las bicicletas. La intolerancia crece. Todos están histéricos.
Cecile Lopes Martins vive en Clichy sous Bois, en los suburbios, y limpia casas en Paris. Cada día se levanta a las 3 de la mañana para llegar a horario. Ella cree que hace más de 40 kilómetros por día a pie y alterna las caminatas con la línea 1 de Metro, que es automática, y la acerca a sus trabajos en Paris. Ha utilizado algunas veces el Uber. Pero los embotellamientos en la ruta al aeropuerto de Charles de Gaulle son enormes y la tarifa de su viaje aumenta estratosféricamente. Ha debido abandonarlos. “No puedo pagar 50 euros cada trayecto”, admite.
Según Pierre Canoui, psicoterapeuta, “la gente primero hace frente a la crisis, la aguanta, es el sistema D. Pero en cuanto se prolonga, es el cuerpo el que se fatiga, comienza a mostrar su agotamiento. Hay que escuchar esas señales de alerta”, advierte. Hay personas que pueden desarrollar fobias a los transportes públicos, crisis de angustias, insomnio, crisis de pánico o una aceleración del “burn out”.
Parisinos furiosos
En el ómnibus 95, que iba hacia el hospital Cochon desde la Bastilla, dos mujeres comenzaron a insultarse y luego se agarraron a trompadas y carterazos el jueves a la mañana. Los usuarios trataron de separarlas, hasta que llegó la policía. Incidentes similares se repiten en trenes y en Metros. Francia al borde del ataque de nervios.
Mucha gente apela al “teletrabajo” con su computadora. Pero muchos oficios no lo permiten o hay patrones que no lo aceptan. La gente debe pelear por subir a los trenes o Metros que funcionan y luego, combinan con caminata, bicicletas, trottinettes o lo que pueden para llegar. Una de las más estresantes actividades del día.
Las nuevas sendas para bicicletas, y transportes alternativos generan fuertes enfrentamientos cuando las personas mayores las atraviesan y fuerzan a las ciclistas a frenar. No hay reglas, ni paciencia ni buenos modales en las bicisendas. Se escuchan contra los peatones los peores insultos. Todos están enervados, vulnerables, agotados. Hay muchos accidentes con las trottinettes. Se llevan a los peatones por delante o vuelan por el aire chocados por automovilistas impacientes.
Crecen los robos en las avalanchas en los Metros y estaciones. Los punguistas se llevan celulares, relojes y carteras.
Ahora llegaron los cortes de luz deliberados, ordenados por la CGT. ¿No es ilegal? se preguntan los usuarios. Pero Philippe Martínez, el secretario general de la central obrera CGT que se opone a las reformas, los justifica. Será la herramienta si la huelga continúa durante la Navidad.
Marine Le Pen, la líder populista del Rassemblement National, ex Frente, denunció “métodos vergonzantes y muy peligrosos”. ”La protesta sí, poner en peligro a los franceses, no”, propuso. Los cortes son arbitrarios y pueden afectar gente hospitalizada en domicilio conectada a aparatos eléctricos, enfermos que dependen de la electricidad, hospitales y cuarteles de bomberos.
Los embotellamientos en calles y rutas son insoportables: se puede tardar 3 horas para ir de Paris al aeropuerto Charles de Gaulle. Los franceses perdieron cinco horas y 29 minutios en los embotellamientos la semana pasada. Un trayecto habitual de media hora se transforma en una peregrinación a paso de hombre de 3 horas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario