El dilema de Washington respecto a Egipto es el mismo hoy que el que tenía a inicios de la primavera árabe de 2011: cómo conciliar la defensa de los ideales democráticos y su asociación “estratégica” con este gigante pilar de la estabilidad en Medio Oriente.
“No es blanco o negro”, resumió el lunes la portavoz del Departamento de Estado Marie Harf al ser interrogada sobre la ambivalencia de su gobierno en relación a El Cairo.
La justicia egipcia condenó a tres periodistas de la cadena Al-Jazeera a penas que van de siete a 10 años de prisión.
Unas horas antes, el domingo, el secretario de Estado John Kerry, que se encontraba en El Cairo, se dijo “confiado” en que muy próximamente su país entregue a Egipto diez helicópteros militares Apache, mientras la cancillería anunciaba el desbloqueo de una ayuda de 572 millones de dólares.
Estados Unidos brinda cada año a su gran aliado árabe una ayuda de 1.500 millones de dólares, en su gran mayoría (1.300 millones) destinados al rubro militar.
Esa asistencia fue congelada en octubre pasado y condicionada a la realización de reformas democráticas tras la destitución, en julio de 2013, del presidente libremente electo, el islamista Mohamed Mursi, seguida de una terrible persecución contra sus partidarios.
El exjefe del ejército Abdel Fattah al-Sisi, que condujo el golpe de Estado contra Mursi, fue elegido presidente a fines de mayo, y Kerry le comunicó los temores de Estados Unidos respecto a la suerte de las libertades públicas.
El lunes, desde Bagdad, Kerry calificó de “escalofriante y draconiana” la condena sufrida por los periodistas de Al-Jazeera. La Casa Blanca pidió que se les concediera la gracia, mientras la ONU, Gran Bretaña, Holanda y Australia protestaron con vehemencia.
Pero aunque manifestó su “preocupación”, Kerry no cuestionó la fuerte ayuda militar concedida a Egipto, que un año antes él mismo había calificado como “la mejor inversión” de su país en la región.
“UNA RELACIÓN COMPLICADA”
De hecho, explicó Marie Harf, Estados Unidos y Egipto mantienen “una relación complicada”.
“Podemos manifestar nuestra preocupación sobre los derechos humanos y al mismo tiempo subrayar nuestro interés en brindar una ayuda” militar destinada a la lucha “antiterrorista”, especialmente en la península del Sinaí, “bastión de grupos yihadistas”.
“Lo que hacemos en Egipto y en todos lados es buscar un equilibrio entre esos intereses (...) estratégicos comunes y la seguridad nacional de Estados Unidos”, argumentó la vocera.
Estados Unidos, que durante cuatro décadas respaldó los regímenes autoritarios de los presidentes Sadat y Mubarak, hizo de Egipto el pivote de su diplomacia regional. Egipto fue el primer país árabe en firmar un tratado de paz con Israel, en marzo de 1979, y Washington fue garante de ese acuerdo.
La alianza entre ambas naciones nunca estuvo verdaderamente en entredicho, a pesar del enfriamiento que conoce desde la caída del presidente Mursi, hace un año, en razón de la situación de los derechos humanos.
Aunque es probable que ese contencioso continúe, Washington está dispuesto a relativizarlo, destacan los analistas.
Para la investigadora Amy Hawthorne, del Atlantic Council, “hay escasas posibilidades de que una actitud de ese tipo tenga efectos positivos sobre la situación política en Egipto, como no lo tuvo sobre Mubarak”.
“Todo indica que Egipto marcha (...) hacia el reforzamiento de un nuevo régimen autoritario”, declaró esta ex alta funcionaria del Departamento de Estado a la revista Christian Science Monitor.
Abc
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