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Católicos y ortodoxos, separados por un cisma milenario

Ciudad del Vaticano, Santa Sede.- La separación entre los cristianos de Oriente y de Occidente, convertidos en ortodoxos y católicos, se basa en complejas cuestiones teológicas, pero también en profundas diferencias políticas.
Católicos y ortodoxos, separados por un cisma milenario
Desde los primeros siglos de la Cristiandad se hicieron sentir las diferencias entre las iglesias de Oriente y de Occidente.

Las primeras mantenían el rito griego-bizantino, mientras que la otras observaban el rito latino, pero ambas reivindicaban la verdadera doctrina, especialmente respecto a la naturaleza de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

Oriente, tierra de padres de la Iglesia, resopla especialmente cuando el papa, obispo de Roma, se presenta como el sucesor de Pedro, el discípulo al que Jesús confió la misión de fundar y dirigir su Iglesia.

En el año 451, el concilio de Calcedonia instaura la primacía de Roma, pero Constantinopla lo interpreta como una primacía de honor que no le otorga al papa la autoridad sobre sus propios fieles.

A medida que la autoridad papal aparece como una amenaza del Occidente carolingio frente al patriarca y al emperador de Constantinopla, la ruptura se convierte en inevitable.

El cisma entre las dos iglesias se consuma en el año 1054, cuando el representante del papa en Constantinopla deposita en la catedral de Santa Sofía una bula que excomulga al patriarca.

No obstante, las cruzadas, temidas por la mayoría de los cristianos de Oriente, escenificarán sobre todo la separación, máxime cuando los cruzados instauran patriarcados latinos paralelos a los patriarcados griegos.

En 1964, el encuentro en Jerusalén entre el papa Pablo VI y Atenágoras, patriarca de Constantinopla, inicia una reconciliación, en virtud de la cual las excomuniones mutuas desaparecen.

Sus sucesores mantendrán los encuentros y aumentarán los gestos de buena voluntad. Francisco se reunió con el patriarca ecuménico Bartolomé en 2014 en Jerusalén y en 2015 en Estambul.

Juan Pablo II entregó además solemnemente en 2004 a los ortodoxos las reliquias de los santos Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo, incautados en 1204 durante una cruzada desviada hacia Constantinopla.

En 1979 se creó una “comisión mixta para el diálogo teológico” con el objetivo de lograr un acercamiento entre dos tradiciones cristianas que, más allá de la liturgia, se mantuvieron finalmente bastante próximas.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, el patriarcado de Moscú, con al menos 130 millones de fieles frente a menos de 3,5 millones para el de Constantinopla, lidera la influencia en el mundo ortodoxo, compuesto de 14 Iglesias autocéfalas.

Las relaciones entre Moscú y la Santa Sede permanecieron durante mucho tiempo congeladas, al acusar los rusos al Vaticano de favorecer el proselitismo católico en tierra ortodoxa.

AFP

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