“Estamos a un paso de la concreción de un verdadero golpe de Estado”, denunció Rousseff durante su defensa en el Senado, en el umbral de su juicio político. Y “si se consuma, resultará en la elección indirecta de un gobierno usurpador”, añadió la ex guerrillera de 68 años, quien repitió que es “inocente”.
Esta es la primera oportunidad que tiene la mandataria de defenderse en el Congreso. Y es la última carta antes de la votación que decidirá si la destituye o no, probablemente este martes. “Lucho por la democracia, por la verdad por la justicia. Lucho por el pueblo de mi país”, dijo al pleno de 81 senadores, convertidos en una especie de gran jurado.
Cada vez más aislada políticamente, agobiada por la peor recesión económica desde los años 1930 y con su partido ametrallado por denuncias de corrupción, Rousseff fue suspendida de su cargo en mayo por acusaciones de maquillar las cuentas públicas.
Desde sus tempranos inicios en la política, Rousseff se ganó una fama de firme, severa y también de arrogante y con dificultades para dialogar. Esta ex guerrillera, primera mujer en asumir la presidencia de Brasil (2010), que fuera torturada durante el régimen militar en Brasil (1964-1985), volvió a sentarse en el banquillo de los acusados 46 años después. Su mensaje –estoico– no solo iba dirigido a los senadores, sino a una nación entera. Durante la jornada, Rousseff fue interrogada por detractores y aliados bajo la mirada de “Lula” da Silva (2003-2010), su padrino político.
Una vez concluido el interrogatorio, el Senado decide el futuro gobierno del país en una sola ronda de votación. Los aliados de su ex vicepresidente y actual mandatario interino Michel Temer aseguraban tener entre 60 y 61 votos para garantizar la condena, más de los 54 necesarios. Todos los sondeos aseguraban antes de la votación, en que solo un milagro evitará la destitución.
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