Los cuerpos, según la información facilitada por los rebeldes y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), ONG con sede en Londres, presentan impactos de bala en la cabeza y las manos atadas a la espalda, signos de que podrían haber sido víctimas de una ejecución sumaria.
“Hemos recuperado hasta el momento 68 cadáveres del río; pero aún quedan bastantes más en el fondo. Posiblemente estemos hablando de más de un centenar de muertos”, afirmaba a primera hora el capitán del ELS Abu Sada. Los rebeldes han recuperado 78 cuerpos, pero han tenido que detener sus labores por disparos de francotiradores. “Esta mañana, sobre las ocho, varios vecinos han acudido al cuartel que tenemos en Bustan Al Qaser para informar de que había varios cuerpos flotando en el río; cuando hemos comenzado a sacarlos nos hemos encontrado con más de medio centenar”, afirma Sada.
Los cuerpos, cubiertos de barro y lodo, se van amontonando en la orilla del riachuelo. Todos presentan un solo orificio de entrada. En la nuca. “Han sido ejecutados en la zona del régimen y lanzados al río; es posible que lleven varios días muertos porque la corriente no es muy fuerte y han tardado en llegar hasta aquí”, sentencia Abu Anas, un soldado rebelde. Los han ido apilando en diferentes grupos a medida en que los iban encontrado.
“No es la primera vez que el régimen ejecuta a civiles y deja sus cuerpos en mitad de un vertedero o en la calle para que nosotros los recojamos; pero desde luego es la primera vez que hemos recogido tantos cadáveres al mismo tiempo”, apunta el insurgente.
Niños, ancianos, adultos, adolescentes, pero entre los más de 100 cuerpos ni un solo uniforme militar. Ni una guerrera. “Son todos civiles”, apunta otro soldado. “Cuando los civiles cruzan los puestos de control que separa la zona bajo su control del nuestro, los shabiha(matones del régimen) les detienen por el mero hecho de vivir en esta parte de la ciudad”, comenta Mohammad, otro rebelde. “Los que tienen suerte, son torturados, los que no, acaban con un tiro en la nuca y en medio de un basurero para que se lo coman los perros”, sentencia.
Centenares de personas comienzan a congregarse a orillas del rio Quweiq en busca de sus seres queridos; muchos de ellos tienen padres, hermanos o hijos detenidos en las cárceles del régimen y hace meses que no tienen noticias de ellos. “Mi hermano desapareció hace semanas cuando cruzó a la zona del régimen y no sabemos dónde está ni que ha sido de él, me he acercado a buscarlo; es posible que esté aquí”, comenta Mohammad Abdel Assis mirando uno por uno los cadáveres cubiertos de barro y lodo. “Si no aparece hoy, aparecerá la próxima vez. Hace tiempo que perdimos la esperanza de volver a verlo con vida; y más cuando todos los días ocurren estas cosas”, se lamenta el joven.“Los shabiha detienen a gente solo por el hecho de llevar barba; o porque los civiles no tienen suficiente dinero para pagarles o porque están aburridos y les apetece pegar a alguien en medio de todo el mundo; o desnudarles. Esto es normal”, afirma Alí, un vecino de la zona y cuyo padre fue torturado y asesinado por el régimen hace cuatro meses. “Lo único que consiguen con esto es fomentar más y más odio; y cuando caiga el régimen entonces habrá represalias, venganzas y ajustes de cuentas”, sentencia.
“Ninguno de los cadáveres lleva identificación por lo que no sabemos si son de Alepo, si son de la provincia o si son de Siria”, reconoce uno de los soldados mientras rebusca en los bolsillos de varios cadáveres sin suerte.
Uno de los voluntarios ayuda a introducir el cuerpo de un hombre en el interior de un camión. Más de quince cuerpos se pueden contar en la parte de atrás del vehículo mientras las camillas, con más cadáveres, no paran de llegar. La mayoría de ellos tienen las manos atadas con bridas de plástico. “Algunos tienen el rostro irreconocible porque les han disparado desde tan cerca que les ha destrozado la cabeza”, señala un rebelde levantando uno de los cuerpos del lado. Por el agujero de la herida cae una masa gelatinosa sobre los zapatos del joven.
Los cuerpos, cubiertos de barro y lodo, se van amontonando en la orilla del riachuelo. Todos presentan un solo orificio de entrada. En la nuca. “Han sido ejecutados en la zona del régimen y lanzados al río; es posible que lleven varios días muertos porque la corriente no es muy fuerte y han tardado en llegar hasta aquí”, sentencia Abu Anas, un soldado rebelde. Los han ido apilando en diferentes grupos a medida en que los iban encontrado.
“No es la primera vez que el régimen ejecuta a civiles y deja sus cuerpos en mitad de un vertedero o en la calle para que nosotros los recojamos; pero desde luego es la primera vez que hemos recogido tantos cadáveres al mismo tiempo”, apunta el insurgente.
Niños, ancianos, adultos, adolescentes, pero entre los más de 100 cuerpos ni un solo uniforme militar. Ni una guerrera. “Son todos civiles”, apunta otro soldado. “Cuando los civiles cruzan los puestos de control que separa la zona bajo su control del nuestro, los shabiha(matones del régimen) les detienen por el mero hecho de vivir en esta parte de la ciudad”, comenta Mohammad, otro rebelde. “Los que tienen suerte, son torturados, los que no, acaban con un tiro en la nuca y en medio de un basurero para que se lo coman los perros”, sentencia.
Centenares de personas comienzan a congregarse a orillas del rio Quweiq en busca de sus seres queridos; muchos de ellos tienen padres, hermanos o hijos detenidos en las cárceles del régimen y hace meses que no tienen noticias de ellos. “Mi hermano desapareció hace semanas cuando cruzó a la zona del régimen y no sabemos dónde está ni que ha sido de él, me he acercado a buscarlo; es posible que esté aquí”, comenta Mohammad Abdel Assis mirando uno por uno los cadáveres cubiertos de barro y lodo. “Si no aparece hoy, aparecerá la próxima vez. Hace tiempo que perdimos la esperanza de volver a verlo con vida; y más cuando todos los días ocurren estas cosas”, se lamenta el joven.“Los shabiha detienen a gente solo por el hecho de llevar barba; o porque los civiles no tienen suficiente dinero para pagarles o porque están aburridos y les apetece pegar a alguien en medio de todo el mundo; o desnudarles. Esto es normal”, afirma Alí, un vecino de la zona y cuyo padre fue torturado y asesinado por el régimen hace cuatro meses. “Lo único que consiguen con esto es fomentar más y más odio; y cuando caiga el régimen entonces habrá represalias, venganzas y ajustes de cuentas”, sentencia.
“Ninguno de los cadáveres lleva identificación por lo que no sabemos si son de Alepo, si son de la provincia o si son de Siria”, reconoce uno de los soldados mientras rebusca en los bolsillos de varios cadáveres sin suerte.
Uno de los voluntarios ayuda a introducir el cuerpo de un hombre en el interior de un camión. Más de quince cuerpos se pueden contar en la parte de atrás del vehículo mientras las camillas, con más cadáveres, no paran de llegar. La mayoría de ellos tienen las manos atadas con bridas de plástico. “Algunos tienen el rostro irreconocible porque les han disparado desde tan cerca que les ha destrozado la cabeza”, señala un rebelde levantando uno de los cuerpos del lado. Por el agujero de la herida cae una masa gelatinosa sobre los zapatos del joven.
Fuente: el país
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