El presidente del grupo rebelde M23, Bertrand Bisimwa,
frente a su sede en Bunagana
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El Gobierno de la República Democrática del Congo ha anunciado este martes la «victoria total» sobre los rebeldes del M23 tras 20 meses de conflicto al este del país.
«Los últimos elementos de M23 han abandonado sus posiciones en Runyonyi y Chanzu bajo la presión de las Fuerzas Armadas», aseguró el Ejecutivo.
Posteriormente, el grupo insurgente ha confirmado el fin de sus operaciones militares en un comunicado.
A principios de abril de 2012, decenas de ex combatientes del grupo armado tutsi Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo abandonaban las fuerzas estatales para generar un nuevo movimiento denominado M23 (en honor a los acuerdos del 23 de marzo de 2009). Por entonces, los rebeldes reconocían que su huida tan solo era debida a las «inhumanas» condiciones de vida que sufrían en el Ejército (donde habían sido integrados conforme a este tratado de paz), así como al impago de salarios.
«Solo queremos que se respeten los acuerdos de paz. Conforme a estos, el Gobierno de Kinshasa está obligado a garantizar una amnistía a los presos políticos, la integración de los grupos armados en las fuerzas estatales, proporcionar seguridad a la población tutsi, así como promover el retorno de los refugiados», reconocía entonces a ABCBertrand Bisimwa, líder del ala política de la milicia. «Nada se ha cumplido», señalaba Bisimwa. La venganza fue inmediata: en noviembre, decenas de guerrilleros se hacían con el control de la ciudad de Goma.
La crisis de los últimos meses
Sin embargo, en los últimos meses las fuerzas rebeldes parecían haber tocado fondo. Primero, ante el despliegue, en julio, por parte de Naciones Unidas de una fuerza especial para «neutralizar» a los rebeldes que operan al este del país. El destacamento –compuesto por cerca de 2.500 soldados- cuenta con autorización para «llevar a cabo operaciones ofensivas, ya sea unilateralmente o de forma conjunta con las fuerzas armadas congoleñas» encaminadas a interrumpir las actividades de grupos insurgentes.
Segundo, ante la evidente reducción del apoyo de Ruanda a los rebeldes. En octubre de 2012, un informe de Naciones Unidas acusaba al ministro de Defensa ruandés, James Kabarebe, de «comandar» a los miembros del M23 que se encontraban amotinados. De igual modo, el documento aseguraba que sus tropas proporcionaron apoyo armamentístico a los sublevados. No obstante, desde el fin del verano, esta colaboración parece haberse aplacado.
Y la influencia ha sido directa. Ya la pasada semana, el Ejército congoleño se hacía con el control de la ciudad de Bunagana, utilizada como base por el grupo insurgente. De igual modo, Bertrand Bisimwa, líder del ala política de la milicia, cruzaba hacia Uganda ante el avance de las fuerzas gubernamentales y anunciaba un «alto el fuego»(finalmente no respetado por el propio Ejército congoleño).
Fuente: abc.es
«Los últimos elementos de M23 han abandonado sus posiciones en Runyonyi y Chanzu bajo la presión de las Fuerzas Armadas», aseguró el Ejecutivo.
Posteriormente, el grupo insurgente ha confirmado el fin de sus operaciones militares en un comunicado.
A principios de abril de 2012, decenas de ex combatientes del grupo armado tutsi Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo abandonaban las fuerzas estatales para generar un nuevo movimiento denominado M23 (en honor a los acuerdos del 23 de marzo de 2009). Por entonces, los rebeldes reconocían que su huida tan solo era debida a las «inhumanas» condiciones de vida que sufrían en el Ejército (donde habían sido integrados conforme a este tratado de paz), así como al impago de salarios.
«Solo queremos que se respeten los acuerdos de paz. Conforme a estos, el Gobierno de Kinshasa está obligado a garantizar una amnistía a los presos políticos, la integración de los grupos armados en las fuerzas estatales, proporcionar seguridad a la población tutsi, así como promover el retorno de los refugiados», reconocía entonces a ABCBertrand Bisimwa, líder del ala política de la milicia. «Nada se ha cumplido», señalaba Bisimwa. La venganza fue inmediata: en noviembre, decenas de guerrilleros se hacían con el control de la ciudad de Goma.
La crisis de los últimos meses
Sin embargo, en los últimos meses las fuerzas rebeldes parecían haber tocado fondo. Primero, ante el despliegue, en julio, por parte de Naciones Unidas de una fuerza especial para «neutralizar» a los rebeldes que operan al este del país. El destacamento –compuesto por cerca de 2.500 soldados- cuenta con autorización para «llevar a cabo operaciones ofensivas, ya sea unilateralmente o de forma conjunta con las fuerzas armadas congoleñas» encaminadas a interrumpir las actividades de grupos insurgentes.
Segundo, ante la evidente reducción del apoyo de Ruanda a los rebeldes. En octubre de 2012, un informe de Naciones Unidas acusaba al ministro de Defensa ruandés, James Kabarebe, de «comandar» a los miembros del M23 que se encontraban amotinados. De igual modo, el documento aseguraba que sus tropas proporcionaron apoyo armamentístico a los sublevados. No obstante, desde el fin del verano, esta colaboración parece haberse aplacado.
Y la influencia ha sido directa. Ya la pasada semana, el Ejército congoleño se hacía con el control de la ciudad de Bunagana, utilizada como base por el grupo insurgente. De igual modo, Bertrand Bisimwa, líder del ala política de la milicia, cruzaba hacia Uganda ante el avance de las fuerzas gubernamentales y anunciaba un «alto el fuego»(finalmente no respetado por el propio Ejército congoleño).
Fuente: abc.es
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