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El terrorismo ahuyenta al turismo de Medio Oriente

La amenaza del terrorismo jihadista en Medio Oriente terminó por vaciar sus milenarios sitios históricos de turistas. Visitar templos o ruinas se convierte en un viaje de alto riesgo ante la miríada de grupos extremistas alentados por sus líderes a golpear allá donde vayan los occidentales. Ninguno de los destinos más frecuentados por los viajeros escapó a los ataques.
Luego del estallido de la "primavera árabe" en 2011, los antes bulliciosos destinos se convirtieron en inverosímiles postales en las que las pirámides egipcias se quedan solas al atardecer o no hay turistas que pasean por las columnas de Palmira. Egipto, Marruecos, Túnez, Siria o el Líbano contaban con millones de turistas anuales cuyos ingresos constituyen uno de los pilares de sus economías.

El ataque más reciente fue el asalto de un grupo terrorista al Museo Nacional Bardo de Túnez, en el que murieron 19 personas. Fue el primer atentado dirigido contra turistas desde que el antiguo presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali fue depuesto en 2011 tras el estallido de las revueltas populares.

"El sector se vio afectado porque se trataba de un turismo de grupo y organizado por agencias", comentó desde Túnez Juan Nicolás Adan, un empresario español de 41 años y dueño de un bar. "El atentado afectó al turismo, pero no a la comunidad de expatriados que trabajan en organismos internacionales, ONG, empresas o embajadas en Túnez", dijo Adan, cuyo bar está casi siempre lleno y cuenta con un 20% de expatriados entre su clientela.

Egipto es de los destinos que más sufrieron los efectos del miedo de los viajeros. El 70% de su industria turística se nutre de las regiones del Sinaí y del Mar Rojo, donde operan varios grupos terroristas y donde la ocupación hotelera apenas roza el 15%. Un golpe muy fuerte para la economía si se tiene en cuenta que los ingresos del turismo llegaron a suponer el 13% del PBI egipcio.

En Siria, el turismo florecía en 2010: 8,5 millones de turistas habían visitado el país ese año. Un 40% más que en 2009, incrementando los ingresos del turismo que ascendían a un 9% del PBI. Pero el boom se desvaneció de golpe en 2011 con el estallido de las revueltas y la posterior guerra civil. Ya hace tiempo que se fue el último turista de Siria y entre las ruinas romanas de Palmira tan sólo pululan jihadistas de Estado Islámico (EI).

Los turistas que visitaban Siria pasaban antes por el Líbano. De los 7084 millones de euros que ingresaban en el Líbano gracias al sector turístico en 2010, hoy apenas queda la mitad. "El turismo europeo es inexistente hoy, pero más nos afectó la caída del turismo árabe", explicó Fady Elias Abi Abboud, antiguo ministro de Turismo libanés.

"Los países del Golfo representaban el 60% de nuestros ingresos del turismo y ahora todas sus embajadas les prohibieron viajar a nuestro país", lamenta Abi Abboud.

A pesar de haber sido también objetivo de ataques terroristas, Marruecos es una excepción y se mantiene como el principal destino turístico. En abril de 2011, un atentado en una cafetería en la ciudad de Marrakesh mató a 16 personas, entre ellas, 11 turistas. Pero la monarquía marroquí se esmeró en afianzar la seguridad en el país, y el flujo de turistas quedó estable.

Junto con Marruecos, Israel se mantiene como un destino turístico irreductible a pesar del perpetuo conflicto con los palestinos. Se trata de un viaje principalmente de carácter religioso, en el que un 56% de los visitantes son cristianos, y en el que la estrella de plata que marca el lugar de nacimiento de Cristo, o la milenaria Jerusalén, son objetivos principales para los turistas peregrinos. Ni las intifadas, atentados o inestabilidad política han frenado el fervor de los 3,3 millones de turistas anuales.

Mientras el resto de destinos de Medio Oriente pierde turistas, Turquía se impuso como alternativa para aquellos que buscan una experiencia de sabor oriental.

A caballo entre dos continentes, el gobierno turco ha sabido aprovechar el excedente de turistas de una región convulsa. En 2014, 32 millones de extranjeros recorrieron el país, con cinco millones de árabes de visita ese mismo año por Turquía.

El País, SL/LN

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