El gobernador de la isla, Ricardo Roselló, describió la tormenta como “la más devastadora en un siglo”, tras la muerte de 16 de sus habitantes y la calamidad que enfrentan los sobrevivientes.
Pero Roselló también aludió a la aparente lentitud en la respuesta de Washington hacia lo que es, después de todo, territorio estadounidense.
“Una crisis humanitaria está ocurriendo en Estados Unidos”, advirtió al tiempo que pidió más asistencia.
“Puerto Rico es parte de EE. UU. y necesitamos que se tome una acción inmediata”, declaró el gobernador a la cadena noticiosa CNN.
El desafío ahora es levantarse.
La población deberá hacer frente no solo a la destrucción sino también a la ausencia de todo: no hay combustible, los estantes de las tiendas están vacíos y no se consigue leche, carne u otros productos perecederos. Ni siquiera agua potable.
Más de 95% de los teléfonos móviles están si servicio en la isla, donde la Guardia Nacional prioriza la reapertura de los puertos y aeropuertos para permitir la llegada de más asistencia.
A estas dificultades se les añade que algunas carreteras están inaccesibles, mientras los puentes a lo largo de la isla se han desplomado, haciendo casi imposible verificar la extensión de los daños.
A todo esto se suma que la agricultura también fue destruida y solo les resta esperar la ayuda humanitaria de otros países.
LUZ
Aproximadamente el 55% de las torres del tendido eléctrico han quedado afectadas y se ven postes y cables caídos por las carreteras.
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