Solamente dos personas estaban a bordo de la avioneta que había despegado sin novedad a la vista. Sin embargo cuando se encontraban a unos 40 quilómetros de la base una alerta de emergencia saltó en los controles de la torre del aeropuerto. Los controladores de inmediato dieron instrucciones básicas a quien estuviera en condiciones a bordo de contactarlos: el pasajero lo hizo, mientras se desplegaba un alerta general en tierra que incluyó la presencia inmediata de dos instructores de vuelo capacitados para emergencias de esta índole.
La vuelta a casa y un aterrizaje “casi” perfecto
De inmediato los instructores calmaron al pasajero que había devenido improvisado piloto, y le indicaron un formato básico para que aterrizara. En la pista, un conjunto de ambulancias y camiones de bomberos fueron desplegados anticipando lo peor.
Sin embargo sobre las 19:50 y cuando la noche comenzaba a cubrir el aeropuerto, el avión se dirigió “de punta” hacia el hormigón de la pista, donde muchos de los testigos temieron que se estrellara. Sin embargo a último momento el improvisado aviador tuvo la instrucción precisa y la suficiente sangre fría como para elevar la trompa de la avioneta.
“Tocó tierra con unos cuantos saltos y golpes; había chispas por todos lados, le pegó con la nariz, después hubo como un choque y se paró. Pero no se prendió fuego”, relató Stuart Sykes uno de los socorristas instructores convocados. Roy Murray, el otro instructor dijo que “si no hubiera recibido ningún tipo de consejo sobre cómo aterrizar, el avión se hubiera ido a pique: hubiera sido el fin de todo”, concluyó.
La vuelta a casa y un aterrizaje “casi” perfecto
De inmediato los instructores calmaron al pasajero que había devenido improvisado piloto, y le indicaron un formato básico para que aterrizara. En la pista, un conjunto de ambulancias y camiones de bomberos fueron desplegados anticipando lo peor.
Sin embargo sobre las 19:50 y cuando la noche comenzaba a cubrir el aeropuerto, el avión se dirigió “de punta” hacia el hormigón de la pista, donde muchos de los testigos temieron que se estrellara. Sin embargo a último momento el improvisado aviador tuvo la instrucción precisa y la suficiente sangre fría como para elevar la trompa de la avioneta.
“Tocó tierra con unos cuantos saltos y golpes; había chispas por todos lados, le pegó con la nariz, después hubo como un choque y se paró. Pero no se prendió fuego”, relató Stuart Sykes uno de los socorristas instructores convocados. Roy Murray, el otro instructor dijo que “si no hubiera recibido ningún tipo de consejo sobre cómo aterrizar, el avión se hubiera ido a pique: hubiera sido el fin de todo”, concluyó.
Fuente: lr21.com.uy
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