- El derrumbe de la frontera entre las dos Alemanias el 9 de noviembre de 1989 significó el fin del comunismo y el mundo bipolar tras décadas de Guerra Fría. Análisis de un hecho que cambió la historia.
Un gigantesco paso en la lucha del hombre por la libertad sobre la tierra ocurrió un día como hoy, hace 25 años. En efecto, el 9 de noviembre de 1989, al producirse la caída del muro de Berlín, tiene lugar quizás el hecho más significativo dentro del proceso de apertura del sistema comunista y del fin de la era bipolar.
Construido en 1961, el muro separaba ambas zonas de la ciudad y aislaba por completo a Berlín occidental y se convirtió en el símbolo de la Guerra Fría. En 1963, el presidente John F. Kennedy simbolizó en el discurso "Ich bid ein Berliner" ("todos somos berlineses") el apoyo norteamericano a Alemania democrática (Occidental). El presidente Ronald Reagan, por su parte, exigió a su par soviético Mikhail Gorbachov derribar el muro en 1987, durante una recordado exhortación en la Puerta de Brandemuburgo: "Mr Gorbachov, tear this wall".
Por el contrario, Fidel Castro tuvo palabras elogiosas sobre el Muro. Durante una visita a Berlín a mediados de junio de 1972, tuvo oportunidad de recorrer varios puntos en los que guardias policiales de Alemania del Este impedían que ciudadanos huyeran al Oeste. El día 14, acompañado por Erich Honecker, el dictador cubano homenajeó al personal de seguridad de la temida Stasi por su "coraje del Ejército del Pueblo que custodia la línea de frontera de la comunidad socialista" al tiempo que aseguró que las autoridades comunistas "han creado la fundación del futuro y un verdadero Estado revolucionario".
Se estima que unas cinco mil personas pudieron escapar de la opresión comunista a lo largo de la historia del muro al tiempo que otros tantos fueron apresados al intentar escapar y encontraron la muerte en ese intento.
Ya el 12 de junio de 1989, durante una visita a Alemania Federal (Occidental), el líder soviético Mikjail Gorbachov había reconocido en una conferencia de prensa que "nada es eterno en este mundo", en referencia al Muro de Berlín. Meses después, a comienzos de octubre, Gorbachov le advertiría a un reluctante Erich Honecker, secretario general del Partido Socialista Unido de la RDA, la necesidad de introducir reformas en el sistema. Honecker, quien gobernaba desde 1971, caería poco después, para huir a Moscú y ser reemplazado por Egon Krenz.
El clima de "cambio de época" había tenido expresiones muy visibles días antes. El 4 de junio de aquel año crucial, en Polonia, en unas elecciones "semilibres", los seguidores de Solidaridad, el movimiento sindical de Lech Walesa, se alzaron con todas las bancas de la cámara baja que estaban en juego -solo el 35 por ciento del cuerpo era elegido por voto directo- y con 99 de las 100 bancas senatoriales del nuevo Parlamento. Ese mismo día, al otro lado del mundo, tuvo lugar el pico de violencia de la fuerte represión con que el gobierno comunista de Deng Xiapoping tuvo que reprimir las manifestaciones de estudiantes en la Plaza de Tiananmen, en pleno centro de Pekín.
Sin embargo, la "atmósfera de crisis" que Alemania del Este vivió durante las semanas previas no hacía prever un desenlace tan inmediato. El propio Helmut Kohl -entonces Canciller de Alemania Federal- no lo podía creer: horas antes, en la mañana del mismo día 9, durante una visita a Varsovia, le había dicho a Lech Walesa que el proceso de apertura llevaría varios años cuando el líder de Solidaridad le aseguró que el muro caería en poco tiempo.
Publicó The New York Times al día siguiente: "Alemania del Este liberó el jueves las restricciones para emigrar o viajar al Oeste, y en horas decenas de miles de berlineses del este y el oeste se transformaron en una manada en torno al infame Muro de Berlín en una sonora celebración. Los guardias de frontera en el cruce de Bornholmer Strasse, en Checkpoint Charlie y otros cruces abandonaron sus esfuerzos por chequear documentos (...) El cruce en masa comenzó unas dos horas después de que Gunter Schabowski, miembro del Politburo, anunciara en una conferencia de prensa que los permisos de viaje o emigración serían otorgados sin precondiciones y que los alemanes del este serían habilitados a cruzar".
El presidente norteamericano George Bush (1989-1993) confesó años después que no fue sino hasta que vio con sus propios ojos la caída del Muro por televisión que creyó en las genuinas intenciones de los soviéticos por desmantelar el imperio. La incredulidad del mandatario norteamericano tenía lugar pese a que, el 27 de octubre, durante una cumbre del Pacto de Varsovia, Gorbachov había declarado la libertad de sus miembros a elegir su propio camino político, en lo que constituyó la reversión y el abandono de la "Doctrina Brezhnev" de soberanía limitada de las naciones de la órbita soviética.
Las dudas de Bush no eran infundadas: Berlín fue, durante décadas, la más preciada posesión del imperio soviético. El altísimo costo que insumió su conquista, durante el final de la guerra, en 1945, convirtió a la ciudad en el símbolo del triunfo del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patriótica.
Lo cierto es que la caída del Muro de Berlín provocó un efecto dominó en Europa del Este y aceleró el proceso político de liberación que culminaría dos años más tarde con la disolución de la Unión Soviética.
En Occidente, en tanto, una ola de optimismo recorrió las páginas de los diarios de las principales capitales, los discursos de los líderes y el imaginario de las ciudadanías. La libertad había triunfado sobre la opresión. Las teorías del "Fin de la Historia" dieron paso al avance de una tendencia al hedonismo y al relativismo cultural, hasta el punto en que hoy, veinticinco años más tarde, el mundo parece asistir al surgimiento vigoroso de inquietantes proyectos políticos de escasa vocación democrática. Evocar la épica heroica de los acontecimientos de 1989 nos puede ayudar a revivir la imperativa necesidad de no abandonar ni un minuto la lucha por la libertad.
Fuente: Infobae
Construido en 1961, el muro separaba ambas zonas de la ciudad y aislaba por completo a Berlín occidental y se convirtió en el símbolo de la Guerra Fría. En 1963, el presidente John F. Kennedy simbolizó en el discurso "Ich bid ein Berliner" ("todos somos berlineses") el apoyo norteamericano a Alemania democrática (Occidental). El presidente Ronald Reagan, por su parte, exigió a su par soviético Mikhail Gorbachov derribar el muro en 1987, durante una recordado exhortación en la Puerta de Brandemuburgo: "Mr Gorbachov, tear this wall".
Por el contrario, Fidel Castro tuvo palabras elogiosas sobre el Muro. Durante una visita a Berlín a mediados de junio de 1972, tuvo oportunidad de recorrer varios puntos en los que guardias policiales de Alemania del Este impedían que ciudadanos huyeran al Oeste. El día 14, acompañado por Erich Honecker, el dictador cubano homenajeó al personal de seguridad de la temida Stasi por su "coraje del Ejército del Pueblo que custodia la línea de frontera de la comunidad socialista" al tiempo que aseguró que las autoridades comunistas "han creado la fundación del futuro y un verdadero Estado revolucionario".
Se estima que unas cinco mil personas pudieron escapar de la opresión comunista a lo largo de la historia del muro al tiempo que otros tantos fueron apresados al intentar escapar y encontraron la muerte en ese intento.
Ya el 12 de junio de 1989, durante una visita a Alemania Federal (Occidental), el líder soviético Mikjail Gorbachov había reconocido en una conferencia de prensa que "nada es eterno en este mundo", en referencia al Muro de Berlín. Meses después, a comienzos de octubre, Gorbachov le advertiría a un reluctante Erich Honecker, secretario general del Partido Socialista Unido de la RDA, la necesidad de introducir reformas en el sistema. Honecker, quien gobernaba desde 1971, caería poco después, para huir a Moscú y ser reemplazado por Egon Krenz.
El clima de "cambio de época" había tenido expresiones muy visibles días antes. El 4 de junio de aquel año crucial, en Polonia, en unas elecciones "semilibres", los seguidores de Solidaridad, el movimiento sindical de Lech Walesa, se alzaron con todas las bancas de la cámara baja que estaban en juego -solo el 35 por ciento del cuerpo era elegido por voto directo- y con 99 de las 100 bancas senatoriales del nuevo Parlamento. Ese mismo día, al otro lado del mundo, tuvo lugar el pico de violencia de la fuerte represión con que el gobierno comunista de Deng Xiapoping tuvo que reprimir las manifestaciones de estudiantes en la Plaza de Tiananmen, en pleno centro de Pekín.
Sin embargo, la "atmósfera de crisis" que Alemania del Este vivió durante las semanas previas no hacía prever un desenlace tan inmediato. El propio Helmut Kohl -entonces Canciller de Alemania Federal- no lo podía creer: horas antes, en la mañana del mismo día 9, durante una visita a Varsovia, le había dicho a Lech Walesa que el proceso de apertura llevaría varios años cuando el líder de Solidaridad le aseguró que el muro caería en poco tiempo.
Publicó The New York Times al día siguiente: "Alemania del Este liberó el jueves las restricciones para emigrar o viajar al Oeste, y en horas decenas de miles de berlineses del este y el oeste se transformaron en una manada en torno al infame Muro de Berlín en una sonora celebración. Los guardias de frontera en el cruce de Bornholmer Strasse, en Checkpoint Charlie y otros cruces abandonaron sus esfuerzos por chequear documentos (...) El cruce en masa comenzó unas dos horas después de que Gunter Schabowski, miembro del Politburo, anunciara en una conferencia de prensa que los permisos de viaje o emigración serían otorgados sin precondiciones y que los alemanes del este serían habilitados a cruzar".
El presidente norteamericano George Bush (1989-1993) confesó años después que no fue sino hasta que vio con sus propios ojos la caída del Muro por televisión que creyó en las genuinas intenciones de los soviéticos por desmantelar el imperio. La incredulidad del mandatario norteamericano tenía lugar pese a que, el 27 de octubre, durante una cumbre del Pacto de Varsovia, Gorbachov había declarado la libertad de sus miembros a elegir su propio camino político, en lo que constituyó la reversión y el abandono de la "Doctrina Brezhnev" de soberanía limitada de las naciones de la órbita soviética.
Las dudas de Bush no eran infundadas: Berlín fue, durante décadas, la más preciada posesión del imperio soviético. El altísimo costo que insumió su conquista, durante el final de la guerra, en 1945, convirtió a la ciudad en el símbolo del triunfo del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patriótica.
Lo cierto es que la caída del Muro de Berlín provocó un efecto dominó en Europa del Este y aceleró el proceso político de liberación que culminaría dos años más tarde con la disolución de la Unión Soviética.
En Occidente, en tanto, una ola de optimismo recorrió las páginas de los diarios de las principales capitales, los discursos de los líderes y el imaginario de las ciudadanías. La libertad había triunfado sobre la opresión. Las teorías del "Fin de la Historia" dieron paso al avance de una tendencia al hedonismo y al relativismo cultural, hasta el punto en que hoy, veinticinco años más tarde, el mundo parece asistir al surgimiento vigoroso de inquietantes proyectos políticos de escasa vocación democrática. Evocar la épica heroica de los acontecimientos de 1989 nos puede ayudar a revivir la imperativa necesidad de no abandonar ni un minuto la lucha por la libertad.
Fuente: Infobae
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