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EUA: La muerte sorprende a seis vecinos durante un día rutinario

Victimas de la matanza
Seis vecinos hacían cosas cotidianas, rutinarias, el viernes por la noche en Hialeah. Un padre estacionaba su auto después de la práctica de boxeo de su hijo. Una familia estaba reunida en su apartamento. Un esposo y su mujer, ambos administradores del edificio, tocaron a la puerta de un inquilino.

En algún momento, el inquilino sacó una pistola de 9mm.

Al final de la noche, los seis vecinos estaban muertos. También el hombre armado, identificado por la policía de Hialeah como Pedro Alberto Vargas, de 42 años, muerto por un equipo policial SWAT que entró en el apartamento donde él mantuvo por horas como rehenes a otros dos vecinos.

Estas son las historias de las víctimas.

SAMIRA E ITALO PISCIOTTI

Los primeros en morir fueron Italo y Samira Pisciotti, el matrimonio que administraban el edificio en la 1485 West y 46 Street en Hialeah, donde Vargas y su madre, Esperanza Patterson, eran inquilinos del apartamento 408.

Después de una aparente disputa, Vargas hizo entre 15 y 20 disparos, matando a Italo, de 78 años; y a Samira, de 68.

Su hija Shamira, que vivía en otro apartamento del edificio, dijo que sus padres estaban cuidando a su nieta de 9 años cuando comenzó el tiroteo.

“Vi el cadáver de mi madre”, dijo Shamira Pisciotti. “Ella murió en el momento en que le dispararon, pero parece que mi padre aún estaba vivo después que le dispararon”.

La nieta se quedó en el apartamento de los Pisciotti, “esperando a que regresaran”, dijo Carlos Almandoz, novio de Shamira Pisciotti y padre de la niña.

“Eran unos abuelos magníficos”, agregó. “Tenían una relación excelente con mis hijos. Los cuidaban mientras trabajábamos”.

La pareja había venido a Estados Unidos desde Colombia. Ellos habían administrado el edificio durante 20 años y estaban a un mes de celebrar su aniversario de bodas número 30, dijo Almandoz. Nunca habían mencionado problemas con alguno de los inquilinos del edificio.

Pedro Pérez, un inquilino del edificio, describió a Italo Pisciotti como una persona que a veces tenía una actitud beligerante cuando trataba con sus inquilinos.

A veces se intercambiaban palabras en voz alta en el pasillo, agregó.

En cambio, el inquilino del primer piso Gerardo Peraza dijo que los Pisciotti eran muy cordiales y era fácil conversar con ellos.

CARLOS GAVILANES

Desde su balcón del cuarto piso, Vargas aparentemente siguió disparando. Una bala alcanzó a Carlos Gavilanes, de 33 años, quien caminaba hacia su complejo de apartamentos al otro lado de la calle junto con su hijo, a quien acababa de recoger de una práctica de boxeo.

“¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!” le gritó Gavilanes a su hijo Carlos, de 9 años, según la madre del niño y novia de Gavilanes, Jennifer Kharrazian. Una bala ya había dado en la puerta principal del edificio en 1480 West y 46 Street, dijo Kharrazian.

Una vez que se dio cuenta que lo habían baleado, Gavilanes, comenzó a dar tropezones, tratando de caminar por el pasillo, dijo su hijo a Kharrazian. Entonces Gavilanes cayó al piso.

“Mi hijo gritaba su nombre, y se cayó, y mi hijo estaba sobre su cadáver”, dijo Kharrrazian, con la cara llena de lágrimas.

Kharrazian bajó las escaleras corriendo desde su apartamento, dijo ella, gritando que llamaran a los paramédicos. Dos vecinos trataron de revivir a Gavilanes, dándole resucitación cardiopulmonar. Cuando finalmente llegaron los paramédicos, ellos trataron de revivir a Gavilanes, dijo Kharrazian.

“Murió”, dijo Kharrazian. “Simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.

Con Vargas todavía suelto, la policía no dejó que Kharrazian saliera del edificio para encontrarse con su suegra, quien se había dirigido rápidamente hacia Hialeah después de recibir una angustiosa llamada de Kharrazian después del tiroteo. Kharrazian estuvo por horas, casi hasta las 2 a.m., en un baño sin ventanas en su apartamento con el hijo de la pareja y una niña de 2 años, Victoria.

Gavilanes, quien provenía de una familia ecuatoriana, creció en Nueva York. Se mudó a Miami hace 11 años, dijo Kharrazian, después de conocerla a través de amigos mutuos en South Beach y enamorarse. Interesado en la moda, Gavilanes vendía zapatos en Nordstrom, y estaba aprendiendo la venta al por menor después de comenzar como un mayorista, dijo Kharrazian.

La pareja no se había casado, pero en una entrevista con The Miami Herald, ella se refirió a él como su esposo. Igual lo hizo la madre de Gavilanes, Cynthia Ontiveros, de Pembroke Pines.

Gavilanes planeaba comenzar en agosto su propio negocio de zapatos con su padre, dijo Kharrazian. La joven familia tenía planificado mudarse pronto de Hialeah.

“Ellos se iban a mudar, Dios mediante, a Pembroke Pines”, dijo Ontiveros.

Entonces agregó: “Una muerte tan sin sentido”.

PRISCILLA PÉREZ, MERLY NIEBLES Y PATRICIO SIMONO

Priscilla Pérez, de 17 años, buscó cobertura en una bañera cuando Vargas comenzó a disparar. Pero eso no fue suficiente para salvarse.

Vargas llegó al apartamento 304 donde Priscilla vivía con su madre, Merly Niebles, de 51 años. Vargas mató a balazos a las dos mujeres, junto con un hombre de 64 años, Patricio Simono, que se cree era el novio de Niebles.

Priscilla trabajaba a medio tiempo en Lyn’s Furniture, en Opa-locka, donde sus compañeros de trabajo se preocuparon el sábado por la mañana cuando ella no se presentó en la tienda, perdiéndose el desayuno usual que hacían juntos.

“La contactamos y nos enteramos de esta horrible tragedia”, dijo Catalina Vásquez, cuyo esposo trabajaba con Priscilla.

Vásquez describió a Priscilla como una joven muy cercana a su madre, a quien la muchacha trataba de ayudar financieramente.

“Era una joven agradable y dulce, una buena trabajadora y muy responsable”, dijo Vásquez. “Ella cuidaba a mis niños y yo se los confiaba”.

Ivete Torre, otra empleada, se refirió a Priscilla como su “hija sustituta”. “Estamos muy afectados con su muerte”, agregó.

Alberto Martínez, quien dijo que era un primo de la familia, llegó al lugar del crimen con fotos de Priscilla y Niebles. “Me enteré en la mañana, cuando llamaron los detectives”, agregó Martínez.

Unos hombres que conocían a Simono hablaban el sábado por la tarde en la licorería del centro comercial que está detrás del complejo de apartamentos, recordándolo como un hombre amistoso que frecuentaba la tienda.

“Es una vergüenza”, dijo Marino Nazco, de 70 años, dueño de la tienda Papi Liquor and Food Store.

Los abuelos paternos de Priscilla, Julián y Gladys Pérez, de North Miami Beach, se enteraron de la muerte de su nieta por un reportero de The Miami Herald que los llamó por teléfono el sábado por la tarde.

“Oh, Dios mío”, gritó Gladys Pérez, sin poder creer que Vargas también había matado a Niebles y Simono.

Julián Pérez dijo que su hijo, también de nombre Julián, se había separado hacía tiempo de Niebles. El hijo trabaja como médico en República Dominicana, el país de origen de los Pérez, dijo su padre.

Julián Pérez, padre, dijo que Niebles era de Colombia.

“Ella era una buena persona. Era muy honesta”, agregó Pérez.

Los abuelos habían perdido contacto con su ex nuera, añadió Pérez, pero su nieta los telefoneaba ocasionalmente.

“Era una buena muchacha”, dijo su abuelo. “Muy tranquila”.


Fuente: elnuevoherald.com



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