A pesar de la enorme tensión, la mayoría de concentraciones transcurrieron de forma pacífica, si bien se registraron disturbios en varias ciudades. Los más graves tuvieron lugar en Alejandría, donde fallecieron cinco personas personas y más de un centenar resultaron heridas.
La jornada estuvo marcada por la noticia del arresto formal de Morsi por un plazo de 15 días mientras un tribunal investiga varias acusaciones en su contra, entre ellas la de conspirar con la milicia palestina Hamás y de estar involucrado en la muerte de policías egipcios. El exrais se encuentra incomunicado en paradero desconocido desde la asonada, pero no había sido aún acusado de manera formal.
En concreto, se le acusa de espionaje y de planear con Hamás el asalto a la prisión de Wadi al Natrun durante la revolución de 2011, lo que les habría permitido escapar de la cárcel a él y a otros líderes de los Hermanos Musulmanes. Asimismo, se le achaca haber participado con la milicia palestina en la preparación de ataques a comisarías de policía durante la revuelta que propició la caída de Hosni Mubarak. En esos hechos, fueron secuestrados y asesinados varios oficiales de policía.
Los líderes de la Hermandad han descalificado el proceso judicial tachándolo de maniobra política. “Esta decisión es nula porque proviene de un fiscal general ilegítimo y traidor. Las nuevas autoridades son golpistas, no las reconocemos”, declaró el predicador de la Hermandad Sawfat Hegazy tras pronunciar un discurso en el escenario levantado frente a la mezquita de Rabá al Audawiya, centro neurálgico de las protestas a favor de la restitución de Morsi. El estado del líder islamista ha suscitado el interés de ONG y Gobiernos occidentales, que han solicitado públicamente su liberación a las autoridades. Estas se limitan a asegurar que “está siendo tratado correctamente”.
Desafiando el ultimátum del Ejército, que el jueves dio al movimiento islamista 48 horas para poner fin a sus movilizaciones diarias y sumarse a su hoja de ruta para la transición, una multitud se dio cita en Rabá al Audawiya. “No tenemos miedo. Ya nos han disparado, nos han agredido, nos han amenazado con arrestos. Pero no nos iremos de aquí hasta que devuelvan a Morsi la presidencia”, comentaba Essam, un salafista propietario de una tienda de motocicletas en Alejandría que pasa la noche en la acampada de Rabá cuando se lo permite el trabajo.
En su ultimátum, hecho público a través de un comunicado en su página de Facebook, las Fuerzas Armadas aseguran que a partir de hoy cambiarán “su estrategia contra el terrorismo” y adoptarán medidas más contundentes. Si bien en el texto no se menciona a la Hermandad como destinataria del mensaje, esta fue la interpretación mayoritaria de los medios de comunicación del país. En las próximas horas las autoridades podrían intensificar el acoso a la cofradía, una medida combinada quizá con una ofensiva militar en la península del Sinaí, escenario de numerosos ataques contra las fuerzas de seguridad.
Quizás con estas medidas en mente,el ministro de Defensa, Abdelfatah al Sisi, convocó ayer una manifestación para conseguir la “autorización” del pueblo en su batalla contra “el terrorismo y la violencia”. El caudillo recibió el baño de masas que había solicitado. Por la tarde, en una plaza de Tahrir convertida en un mar de banderas egipcias, no cabía un alfiler mientras los manifestantes entonaban el ya célebre cántico “¡El pueblo y el Ejército, una sola mano!”. En la plaza circulaban carteles con la efigie de Al Sisi junto a las de Nasser y Sadat, y unas tarjetas rojas en las que se leía: “Los egipcios contra el terrorismo”.
Sin embargo, el volumen de las concentraciones fue inferior a las del 30 de junio, cuando millones de egipcios salieron a las calles para pedir la dimisión de Morsi, lo que podría significar que una parte de la sociedad no aprueba la estrategia de confrontación y el papel protagonista que ha asumido Al Sisi. Por ejemplo, el Movimiento 6 de Abril, uno de los más grupos revolucionarios más conocidos, evitó secundar la marcha.
Fuente: elpais.com
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