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El Ejército egipcio dobla el pulso a los Hermanos Musulmanes en la calle

«¡Nada de choques con las fuerzas de seguridad, nada de choques con las fuerzas de seguridad!», es la consigna de Ahmed Hasán, coordinador de las marchas de protesta encabezadas por los Hermanos Musulmanes en Giza. Miles de personas procedentes de diferentes mezquitas de esta zona próxima a las Pirámides caminan por la gran avenida, pero cuando se aproximan a un control del Ejército frente a una comisaría la marcha se detiene y busca un camino alternativo.

«Los medios de información dicen que atacamos a la Policía, pero es mentira. Son ellos los que están esperando cualquier paso en falso para abrir fuego», denuncia Hasán, para quien «en estos momentos lo más importante es no darles justificaciones». Unas directrices que transmite con rapidez a sus personas de confianza, que redirigen la manifestación hacia calles alejadas de los militares. La movilización se mantiene hasta las cinco de la tarde, después poco a poco se invita a los manifestantes a regresar a sus casas antes del toque de queda que entra en vigor a las siete en punto.

El «viernes de los mártires» supuso un punto de inflexión en la crisis que vive Egipto desde el brutal desalojo de las acampadas de los partidarios de Mohamed Mursi el 14 de agosto. Después de más de 900 muertos y miles de heridos y detenidos, entre ellos las figuras más importantes de la Hermandad, incluido su Al Morshed (guía) Mohamed Badía, los Hermanos Musulmanes cambiaron de estrategia y dejaron de llamar a los suyos al martirio.

En El Cairo salieron 28 marchas en distintas partes, pero también hubo movilizaciones en las provincias de Aswan, Suez, Minya y Fayoum, según el diario «Al Ahram», en las que solo se registraron incidentes menores. Una situación radicalmente opuesta a la vivida una semana antes en un país que parecía a las puertas de la guerra civil.
Vuelta a la clandestinidad

Con la Hermandad descabezada, expertos en seguridad consultados en El Cairo piensan que «deben optar por volver a la clandestinidad para recuperarse y reactivar su trabajo de base, o echarse al monte, siguiendo el ejemplo de Argelia, con atentados en zonas rurales e intensificando el terrorismo urbano». La primera impresión es que optan por ese regreso forzado a una clandestinidad en la que han pasado más de la mitad de sus 85 años de historia.

El miedo a los altercados vació las calles del centro de la capital, pero cuando poco a poco se vio que las manifestaciones no superaban los férreos controles de seguridad, la gente empezó a salir de sus casas. A las puertas del Alto Tribunal, muy próximo a la plaza de Tahrir, un grupo de miembros del movimiento 6 de Abril, muy activo en la revolución de 2011, se juntó para protestar por la excarcelación de Hosni Mubarak. La concentración apenas duró una hora, ya que no tardó en llegar una contramanifestación de seguidores del Ejército que la disolvió a golpes.

«No hay nadie más apto para dirigir el país que los militares. Ahora el problema no es Mubarak, un hombre que hizo mucho bien a Egipto, el problema son los Hermanos Musulmanes y hay que estar unidos hasta derrotarles», opina Walid Mohamed, comerciante de 37 años y parte de los contra manifestantes. Aquí no hay problemas para trabajar. Cinco televisiones egipcias retransmiten en directo al puñado de fieles del general Abdul Fatah al Sisi, jefe del Ejército y hombre fuerte del país desde el golpe del 3 de julio, y los periodistas extranjeros son bienvenidos porque «el mundo debe saber que no hay nadie como Al Sisi», grita Imad Mohamed, que sostiene un retrato en blanco y negro de Gamal Abdul Naser estrechando la mano a un niño que, asegura, es Al Sisi, la gran esperanza de los nostálgicos de un régimen militar.

Fue3nte: abc.es

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