Áñez, de la Unidad Demócrata, mencionó varios artículos de la Constitución y de los reglamentos parlamentarios que, a su parecer, forman el andamiaje jurídico que la habilita para asumir la jefatura del Estado.
Durante toda la jornada, los medios locales de prensa habían advertido que no podía haber sesión legislativa porque el partido de Morales -que controla dos tercios de las dos cámaras- no aceptó dar quórum, informó Télam.
Áñez era hasta hoy la vicepresidenta segunda del Senado, pero quedó primera en la línea de sucesión después de las renuncias de Morales, del vicepresidente Álvaro García Linera, y de las demás autoridades de las cámaras legislativas.
En la primera de sus dos apariciones públicas en pocos minutos, la legisladora dijo que asumía la presidencia del Senado con el aval de un artículo reglamentario y luego, en otro recinto, anunció que pasaba a ocupar la jefatura del Estado por la «vacancia» que crearon las renuncias y el abandono del país de Morales y García Linera.
«Asumo de inmediato la presidencia del Estado y prometo tomar medidas para pacificar el país», dijo Áñez, de quien se espera que conduzca un proceso de transición hacia nuevas elecciones.
Sostuvo que Morales y García Linera «abandonaron el territorio» boliviano y lograron asilo político en México, lo cual fuerza a «activar la sucesión presidencial para resguardar la vida, integridad física de los bolivianos y garantizar el orden público».
Estas presentaciones, que llevaron a los medios de prensa a buscar información entre juristas y constitucionalistas para determinar si se había cumplido o no con la ley, se sucedieron después de que la Central Obrera Boliviana (COB) diera a la clase política un plazo de 24 horas para que resolviera la acefalía, bajo amenaza de declarar una huelga por tiempo indefinido y una movilización a La Paz.
«La COB se dirige a los líderes políticos y cívicos que han ocasionado todo este caos y división y dolor en el pueblo boliviano; les damos 24 horas para restablecer el orden constitucional, la paz social y la unidad del pueblo boliviano y evitar más derramamiento de sangre, llanto, luto y violencia», dijo el líder de la central obrera, Juan Carlos Huarachi.
Otro de los escenarios en los que se centró hoy la atención de los bolivianos fue México, adonde apenas llegó como asilado Morales agradeció al presidente Andrés López Obrador por haberle «salvado la vida».
«Este golpe de Estado ni los atentados contra mi vida me harán cambiar de ideología. Seremos siempre antiimperialistas. Esta es una lección más para aprender y fortalecer las luchas por soberanía, inclusión, dignidad y libertad con identidad de los pueblos en Bolivia y el mundo», apuntó.
«Digo a mis hermanos y hermanas que mientras tenga la vida, seguiremos en la política; mientras tenga la vida, sigue la lucha y estamos seguros de que los pueblos del mundo tienen todo el derecho de liberarse», añadió.
Un tercer punto de observación estuvo en las calles de la capital boliviana, por cuyas calles céntricas avanzó una multitudinaria manifestación llegada desde El Alto, a unos 20 kilómetros de distancia, para pedir por la reivindicación de los símbolos indígenas, a los que consideran ofendidos después de la renuncia forzada de Morales.
Los manifestantes, que portaban miles de wiphalas (banderas multicolores del movimiento indígenas) y algunos de ellos palos, avanzaron pacíficamente por el centro de La Paz y se instalaron en la plaza mayor San Francisco, donde dieron sus muestras de apoyo a Morales.
La movilización fue sobrevolada por aviones de la Fuerza Aérea Boliviana, en un contexto de militarización de la capital boliviana ordenada con el alegado propósito de prevenir actos de violencia.
Después de la renuncia de Morales, algunos policías que se habían amotinado en medio de las protestas arrancaron de sus uniformes la representación de la whipalas y las quemaron, en gestos que llenaron de indignación a las comunidades indígenas.
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