Esta es una afirmación cuestionable. Para evaluar el estado financiero de un país la comparación debe hacerse en base a la diferencia entre el stock total de sus activos externos y el stock total de sus pasivos externos, es decir, su Posición de Inversión Internacional Neta; las reservas internacionales son solamente una parte de la misma.
Hacer comparaciones solamente en base al stock de reservas internacionales puede llevar a conclusiones falsas ya que se ignoran tanto los activos externos del sector privado como los pasivos externos de toda la economía. Un país puede estar acumulando reservas pero a su vez puede tener un endeudamiento externo cada vez mayor, como la Argentina en los 90. A fin del 2000, nuestro país contaba con un elevado stock de reservas (3ro. de la región) integrado centralmente con préstamos destinados a cubrir el desequilibrio externo del sector público. Pero en términos netos, sumando activos y pasivos externos del sector público y privado, debía al mundo u$s 61 mil millones. Con esa composición, tener tal posición de reservas no evitó que con el freno abrupto del financiamiento externo ingresáramos en una de nuestras peores crisis.
Por el contrario, en la última década la Argentina ha mejorado su posición año tras año, optando por una política de desendeudamiento que redujo significativamente la dependencia del financiamiento externo. Producto de estas políticas el stock de nuestros activos externos es superior al total de los pasivos externos, lo que nos permite ocupar hoy la 2da. posición acreedora neta de la región. Esta sólida posición externa reduce nuestra vulnerabilidad respecto a la volatilidad en los flujos de capital.
Según los últimos datos disponibles, la Argentina contaba a fin de 2011 con u$s 251 mil millones en activos externos, de los cuales u$s 46 mil millones eran reservas internacionales, contra u$s 199 mil millones de pasivos externos. Es decir, tenía una posición acreedora neta de u$s 52 mil millones (+11%/PBI). En el mismo período, Chile contaba con una posición internacional neta deudora en u$s 24 mil millones (-10%/PBI) mientras que los datos de Perú arrojan una posición deudora neta de u$s 46 mil millones (-25%/PBI). El ejemplo de este último país ratifica el diagnóstico errado en que se puede caer si se observa sólo una parte del balance financiero internacional de una economía. Perú tiene un nivel récord en sus reservas pero la elevada ponderación de las inversiones de cartera lo torna más vulnerable a la reversión en los flujos de capitales que puede ocurrir si se recuperan las tasas de interés en los países desarrollados.
Desde 2003 la acumulación de reservas en la Argentina dejó de originarse en el endeudamiento externo (superávit de la cuenta capital) y pasó a generarse por los superávit de cuenta corriente, debidos a los saldos positivos del balance comercial. El cambio de rumbo en las políticas adoptadas generó una continua mejora en el balance externo del sector público, que llegó a su pico en el 2008, justo antes de la última crisis internacional. Esta obligó luego a todos los países (no sólo a la Argentina) a ejecutar políticas más activas para dar soporte a sus economías.
En el caso argentino, los activos privados están constituidos centralmente por la formación de activos externos que equivalen al 80% del total, pero esta composición no es demasiado diferente a la observada en la década del 90, o de la verificable en otros países con tamaño similar de activos externos, como Chile. Se trata de una característica estructural de nuestra economía y que podría explicarse por varios factores, entre ellos seguramente la sucesión de crisis económicas y bancarias sufridas, pero también en el reducido tamaño del mercado de capitales doméstico.
Por el lado de los pasivos externos, en cambio, se nota una clara diferencia respecto de las políticas adoptadas por otros países de la región, o bien de la situación observada durante la década del 90 en nuestro país. Gracias a la política de desendeudamiento y la regulación a los flujos de capital extranjero, nuestro país redujo notablemente su dependencia al ingreso de capitales externos.
Por lo tanto, puede ser que hoy la Argentina cuente con un stock de reservas internacionales menor al que se observa en algunos países vecinos, y que esa diferencia pueda ser mayor de seguir con la política de desendeudamiento. Pero esa diferencia tiene un carácter virtuoso, porque refleja la diferencia entre las políticas implementadas, nuestra mayor autonomía y la menor dependencia y vulnerabilidad conquistadas respecto a las voluntades e intereses externos.
Por el contrario, en la última década la Argentina ha mejorado su posición año tras año, optando por una política de desendeudamiento que redujo significativamente la dependencia del financiamiento externo. Producto de estas políticas el stock de nuestros activos externos es superior al total de los pasivos externos, lo que nos permite ocupar hoy la 2da. posición acreedora neta de la región. Esta sólida posición externa reduce nuestra vulnerabilidad respecto a la volatilidad en los flujos de capital.
Según los últimos datos disponibles, la Argentina contaba a fin de 2011 con u$s 251 mil millones en activos externos, de los cuales u$s 46 mil millones eran reservas internacionales, contra u$s 199 mil millones de pasivos externos. Es decir, tenía una posición acreedora neta de u$s 52 mil millones (+11%/PBI). En el mismo período, Chile contaba con una posición internacional neta deudora en u$s 24 mil millones (-10%/PBI) mientras que los datos de Perú arrojan una posición deudora neta de u$s 46 mil millones (-25%/PBI). El ejemplo de este último país ratifica el diagnóstico errado en que se puede caer si se observa sólo una parte del balance financiero internacional de una economía. Perú tiene un nivel récord en sus reservas pero la elevada ponderación de las inversiones de cartera lo torna más vulnerable a la reversión en los flujos de capitales que puede ocurrir si se recuperan las tasas de interés en los países desarrollados.
Desde 2003 la acumulación de reservas en la Argentina dejó de originarse en el endeudamiento externo (superávit de la cuenta capital) y pasó a generarse por los superávit de cuenta corriente, debidos a los saldos positivos del balance comercial. El cambio de rumbo en las políticas adoptadas generó una continua mejora en el balance externo del sector público, que llegó a su pico en el 2008, justo antes de la última crisis internacional. Esta obligó luego a todos los países (no sólo a la Argentina) a ejecutar políticas más activas para dar soporte a sus economías.
En el caso argentino, los activos privados están constituidos centralmente por la formación de activos externos que equivalen al 80% del total, pero esta composición no es demasiado diferente a la observada en la década del 90, o de la verificable en otros países con tamaño similar de activos externos, como Chile. Se trata de una característica estructural de nuestra economía y que podría explicarse por varios factores, entre ellos seguramente la sucesión de crisis económicas y bancarias sufridas, pero también en el reducido tamaño del mercado de capitales doméstico.
Por el lado de los pasivos externos, en cambio, se nota una clara diferencia respecto de las políticas adoptadas por otros países de la región, o bien de la situación observada durante la década del 90 en nuestro país. Gracias a la política de desendeudamiento y la regulación a los flujos de capital extranjero, nuestro país redujo notablemente su dependencia al ingreso de capitales externos.
Por lo tanto, puede ser que hoy la Argentina cuente con un stock de reservas internacionales menor al que se observa en algunos países vecinos, y que esa diferencia pueda ser mayor de seguir con la política de desendeudamiento. Pero esa diferencia tiene un carácter virtuoso, porque refleja la diferencia entre las políticas implementadas, nuestra mayor autonomía y la menor dependencia y vulnerabilidad conquistadas respecto a las voluntades e intereses externos.
Fuente: cronista.com
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