“Quiero viajar y me está costando conseguir dólares en Argentina, no conseguís nada”, dice Claudia, de unos 50 años, que prefiere omitir su apellido y asegura que es la primera vez que cruza el Río de la Plata para aprovisionarse de dólares.
Con una mochila como único equipaje y mucha paciencia, los argentinos intercambian datos sobre límites de montos a retirar, qué tarjetas sirven o cómo es el procedimiento, mientras esperan en promedio dos horas para acceder al cajero.
El objetivo es sacar adelantos en efectivo con sus tarjetas de crédito, cuyo límite depende del tipo de tarjeta, del banco que la emitió y de la cantidad de plásticos que tenga la persona. Así, muchos viajan con varias tarjetas, sumando las de familiares y amigos, lo que enlentece el trámite para conseguir el bautizado “dólar Colonia”.
Aunque el banco les aplica un 20% de recargo por ese procedimiento, igual les resulta ventajoso, sostiene Claudia, ya que permite obtener dólares que en Buenos Aires se cotizan a 5,24 pesos por dólar en el mercado oficial pero deben conseguirse en el mercado negro en torno a 8,5 pesos ante las restricciones oficiales.
“Comprás para ahorrarlos, para tener ante la inestabilidad política, económica y social. O si no vas y los cambiás, igual conviene por la diferencia entre el dólar oficial y el dólar negro”, explica.
Julio dice que quiere cobrar una jubilación de Estados Unidos, pero que en Argentina se la pagan en pesos. El mes pasado cruzó a la uruguaya Nueva Palmira desde El Tigre, en el norte de Buenos Aires, en busca del preciado billete verde.
Los visitantes comentan su situación pero la mayoría se niega a ser filmado por la cámara: “Mi marido me mata”, “Me escapé del trabajo”, “Capaz que después no nos dejan viajar”, son algunas de las excusas.
En el cajero del puerto, una pareja baraja tarjetas y especula con cuáles podrán obtener dólares.
“Vamos a viajar en unos meses y tengo miedo de no conseguir. Mi hijo viajó el mes pasado y le permitieron comprar siete dólares por persona, por día. ¿Qué hacés con eso?”, sostiene la mujer, que no se identifica y aleja a su esposo de la cámara.
“Hay mucha sensibilidad, por todo te dicen que sos antipatriota”, sostiene.
A pocas cuadras de allí, en el barrio histórico, la argentina Mónica Solís pasea con sus hijas y defiende las medidas adoptadas por la presidenta Cristina Kirchner.
“Me parece que son medidas de corte nacional que se debieran tomar en toda América Latina porque está lleno de especuladores, gente que viaja a hacer su negocio”, afirma.
“Están los cajeros llenos de argentinos que vienen desesperados a especular con los dólares. Y eso me parece que está mal”, dice.
Los colonienses, en tanto, afirman que solo pueden acceder a los cajeros por la noche… si todavía queda dinero.
Los argentinos “están todos los días, el sábado y domingo ya no vengas a buscar plata porque no hay”, dice Claudia Toledo, de 39 años, que después de esperar unos 15 minutos en una fila del centro opta por irse.
Unas 27.000 personas viven en la ciudad de Colonia del Sacramento, que cuenta con menos de una decena de cajeros automáticos.
De hecho, al método -que se repite en otras ciudades uruguayas fronterizas con Argentina y se extendió mediante el rápido boca a boca- podría quedarle poca vida.
Fuente: elnuevoherald.com
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